Vie 06.04.2012

DEPORTES  › LA DEL DEPORTE EN SOMALIA

Tragedia moderna

La tragedia no deja de golpear el frágil alma deportiva de Somalia, que arrasada por décadas de conflicto sufrió un nuevo impacto con la muerte de dos de sus máximos líderes en el deporte. Aden Yabarow Wiish, presidente del Comité Olímpico de Somalia, encabezaba los esfuerzos para llevar a un pequeño equipo de deportistas a los Juegos de Londres, que comienzan el 27 de julio. No podrá hacerlo, porque Yabarow Wiish, así como el presidente de la Federación Somalí de Fútbol, Said Mohamed Nur, figura entre los siete muertos en el atentado suicida contra el Teatro Nacional de Mogadiscio.

El grupo islamista Al Shabaab, que reivindicó el atentado, considera que cualquier funcionario gubernamental es un objetivo legítimo en su lucha por imponer la Sharia como ley en el Estado en el Cuerno de Africa. Dada su ya larga aversión a los deportes, el haber dañado la imagen del país de cara a Londres 2012 es, sin dudas, un dato positivo extra para los islamistas.

Durante 2011 y en las zonas bajo su control, Al Shabaab prohibió ver y jugar al fútbol, un deporte al que considera una “actividad occidental”. E iban en serio: muchas personas fueron asesinadas por ver eventos deportivos en TV, y jóvenes fueron detenidos por jugar al fútbol. Incluso en las áreas bajo control del gobierno, que crecieron desde el año pasado, la amenaza de la muerte por medio de un atentado suicida o balas perdidas está siempre presente.

El secretario general de la Federación Nacional de Fútbol y un equipo del seleccionado fueron heridos por un coche bomba en octubre en Mogadiscio, mientras que un jugador Sub-20 fue muerto en una explosión mientras regresaba de un entrenamiento a principios de este año.

Bajo semejantes condiciones no asombra mucho que los deportistas somalíes no hayan ganado una medalla desde su primera aparición en los Juegos, en Munich 1972, aunque el país sienta cierto orgullo de no haber faltado a ninguna cita olímpica desde Atlanta 1996.

Los Juegos de Beijing 2008 vieron a dos atletas, Abdinasir SaidIbrahim y Samia Yusuf Omar, compitiendo en los 5000 y los 200 metros. Ambos fueron aplaudidos pese a abandonar prematuramente. En Atlanta ’96, Somalia no estuvo lejos del podio, porque Abid Bile quedó sexto en la final de los 1500 metros. La selección de fútbol también se vio afectada por las complicadas condiciones, disputando esporádicamente las clasificaciones para el Mundial y la Copa Africa, aunque nunca con éxito.

Tanto Wiish como Nur fueron recordados como dos hombres que intentaron devolverle la vida al deporte somalí. El presidente del COI, Jacques Rogge, y el de la FIFA, Joseph Blatter, se confesaron en estado de “shock” por las muertes. “El COI está en shock”, dijo Rogge. Y Blatter coincidió: “Estoy shockeado”, al saber del ataque en Mogadiscio.

No hay dudas de que si los deportistas somalíes hubiesen contado con condiciones adecuadas y pacíficas para entrenarse, habrían sido competitivos. Los somalíes que abandonaron el país demostraron que son el conflicto y la pobreza su principal obstáculo, y no el talento.

Mohamed Farah, que representará al Reino Unido en Londres 2012, nació en Mogadiscio y se trasladó a Gran Bretaña cuando tenía ocho años, ganó el oro en los 5000 metros de los mundiales de atletismo de Daegu, en Corea del Sur, y la plata en los 10.000.

Islam Feruz, de 16 años, nació en Kismayo y, tras formarse en las divisiones inferiores del Celtic Glasgow al mudarse su familia a Escocia, está ahora en la órbita del Chelsea. Se lo considera un gran proyecto para el futuro y una posible estrella de la selección escocesa.

Así, la tragedia deportiva es doble: ni Farah ni Feruz representarán jamás a su país y aquellos que optaron por quedarse y luchar por el deporte en Somalia están muertos.

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