DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Seguramente sus desplantes, bravuconadas, impuntualidades, supuestas transgresiones que no transgredieron nada, entre otras lindezas, habrán sido festejadas por los adherentes al “¡aguante, viejita!” que pululan alrededor del fútbol y de la vida.
Seguramente también, los verdaderos hinchas de Racing habrán festejado su buen fútbol, pero muy especialmente su condición de goleador casi infalible.
Pero a causa de lo primero, de lo que festejaron los “¡aguante, viejita!”, resulta inexplicable que un club como Lanús, que hasta no hace tanto era puntualizado como de los pocos que en la enrarecida y corrupta institucionalidad del fútbol le escapaban a ese común denominador, haya decidido contratar al colombiano Teófilo Gutiérrez.
Pero el “todo pasa” también parece valer para que se salte al rango lo antinatural hasta naturalizarlo. “Me parece que el arma de Teo no era de juguete”, comentó el preparador físico del cuerpo técnico saliente Carlos Dibos, respecto de los episodios que se produjeron en el vestuario de Racing después del partido contra Independiente.
Nadie a quien le pueda llegar a incumbir fue más allá de comentar los dichos de Dibos. A nadie se le ocurrió averiguar si era una Colt, una Bersa o una pistola de agua.
Lo que está claro es que Lanús parece haberse “comprado” tropelías futuras a granel.
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