DEPORTES › LA INTERNA POLITICA Y DIRIGENCIAL QUE MOTIVO LA SALIDA DEL ULTIMO IDOLO BOQUENSE
Mientras los hinchas se organizan para un banderazo que se hará en diferentes partes del país con la esperanza de que Riquelme cambie de idea y siga en Boca, el trinomio Macri-Angelici-Falcioni por ahora ganó la batalla, aunque puede quedar mal parado.
› Por Gustavo Veiga
La triple corona malograda se transformó de repente en la Triple Alianza contra el último ídolo: Riquelme o Román, a secas. Una guerra sorda en la cual los hinchas de Boca ya tomaron partido. La primera batalla simbólica después de la final perdida con Corinthians la ganó el trinomio Macri-Angelici-Falcioni, cada uno en su rol. La historia registra otra embestida, allá por agosto de 2010, cuando el jefe de Gobierno porteño llamó a votar –en la persona de su delegado, el ahora presidente xeneize– para que no le renovaran el contrato al mejor jugador del club de los últimos treinta años (Diego Maradona fue el anterior, en 1981). Aquella vez no pudieron, aunque el técnico era otro, Claudio Borghi, y se llevaba muy bien con el Diez. Este conflicto de orgullos, intereses y una pasión, Boca, vivida de modo diferente por los protagonistas, anticipa un segundo capítulo mañana. Banderazo mediante, miles de boquenses se movilizarán para intentar que Riquelme cambie de opinión. ¿Podrán convencerlo después de que anunciara su despedida en Brasil, con palabras que sonaron a una decisión meditada?: “Estoy vacío, yo no puedo jugar a la mitad”.
Hasta ahora se conocieron catorce plazas o esquinas céntricas del país donde se pedirá su retorno. La Bombonera será el epicentro de la movida, pero también se autoconvocaron los hinchas en la plaza Independencia de San Miguel de Tucumán, Pringles de San Luis, 25 de Mayo de Salta, el Monumento a San Martín de Mar del Plata y el Patio Olmos de Córdoba, entre otros lugares. El espíritu de estas peregrinaciones riquelmianas reivindicará su figura, pero además habrá palos para la Triple Alianza. “El hincha de Boca no perdona ni olvida a los traidores, pregúntenle a Maradona, que durante un año no pisó el templo sagrado y se los va a hacer saber en el primer partido en nuestra Bombonera”, escribió uno en la página www.soyboca.com.ar.
Los fanáticos sienten y analizan la anunciada partida de Riquelme con indignación y desánimo. Desde los llamados Talibanes de Román (un grupo que tiene bandera propia, con la cara del jugador, turbante y un look tipo Bin Laden) hasta los hinchas menos enfervorizados. El vicepresidente 2º, Juan Carlos Crespi, se reunirá mañana con el ídolo para intentar disuadirlo. Angelici y sus pares de comisión directiva saben que pueden pagar un costo muy alto si el jugador –como indican sus antecedentes– no se mueve un tranco de su postura. Temen que pidan sus cabezas.
También recibirá lo suyo Mauricio Macri, socio político o titiritero del presidente, como se prefiera describirlo. No hay contradicción posible entre los dos roles. Desde aquel gesto del Topo Gigio que le dedicó Román en 2001, los dos se recelan. Y se intuye con quién está el público de Boca. El capital político que pudo construir el jefe de Gobierno gracias al fútbol lo pierde de nuevo por obra del fútbol si se enfrenta con el ídolo. Quizá por eso ahora no se atreva a cuestionarlo en público.
El técnico Julio Falcioni, un partenaire en la escala de afectos boquense, podría salir eyectado de su cargo si el conflicto sufre una escalada impensada. No sería ajena a esta presunción la cuasi certeza comentada en los pasillos del club sobre la vuelta de otro ídolo para ocupar el cargo de entrenador: Martín Palermo. El goleador apoyó la candidatura presidencial de Angelici en las elecciones de diciembre pasado. Y, se sabe, comulga con la impronta oficialista de un Boca fashion, mezcla de glamour y marketing indisimulado con buenas dosis de pasión, combinación ajena a los modos con que casi siempre se manejó Riquelme, su antagonista dentro de aquel plantel exitoso que condujo mejor que nadie Carlos Bianchi.
Claudio Giardino, opositor a la gestión de Angelici, lo compara con el ex ministro de Carlos Menem y presidente del Banco Central durante la dictadura militar: “Cavallo vino a terminar lo que había hecho Martínez de Hoz en el país y el actual presidente lo que hizo Macri en Boca”. En el caso Riquelme queda a la vista. Angelici, además de oponerse a la renovación de su contrato en dólares en 2010, lo calificó en junio de 2011 como “un líder negativo, que divide en todos lados”.
La voz de Giardino, hipercrítica con el oficialismo, va más allá de los girones que está dejando en Boca el retiro de Riquelme. Cuestiona que “se vende humo con el proyecto del nuevo estadio en los terrenos de Casa Amarilla, el presupuesto del ejercicio 2012/2013 cierra sólo si se venden jugadores por más de 40 millones de pesos, se dice desde la comisión directiva que las ventas de productos Boca superan los 30 millones de dólares, pero el club nunca hizo una auditoría sobre las empresas que los venden desde la época de Boca Crece, el convenio con Barcelona ya entró en vigencia y no se lo han mostrado a nadie porque invocan una cláusula de confidencialidad, han abandonado el básquetbol –que es mi deporte– e irían a jugar algunos partidos a Salta como local, y en Brasil, para la final de la Copa, la barra brava retiró 300 entradas del hotel donde estaban los jugadores”.
Oscar Moscariello, el vicepresidente 1º, a quien según oficialistas y opositores “Macri lo metió en el club porque no le tiene demasiada confianza a Angelici”, le dijo a este periodista hace dos meses: “El Tano (por el empresario de los juegos de azar que conduce el club) consulta todo con Mauricio. Yo sé cómo se maneja, lo conozco de antes”. Diputado porteño y militante del Partido Demócrata Progresista dentro del bloque PRO, el vice 1º maneja asuntos estratégicos y complejos como la gestión para adquirir manzanas vecinas a la Bombonera con el objetivo de ampliarla y los principales contratos de Boca. “Descubrimos varios kiosquitos, como por ejemplo que el club no es dueño de su página oficial, que el tablero electrónico de la Bombonera está tercerizado y que el museo en tiempos de Mauricio dejaba 2,5 millones de pesos anuales y desde que asumimos recauda 200 mil pesos”.
Todos estos desaguisados no son nuevos para el grupo de dirigentes que acompaña a Moscariello, empezando por el propio Angelici, tesorero de la gestión de Jorge Amor Ameal hasta que perdió la votación para renovarle el contrato a Riquelme. Crespi, el petrolero del SUPE; Carlos Ben, Carlos Aguas, Pedro Orgambide (h.), Jorge Bitar, Marcelo London y Raúl Ríos estaban antes y continúan ahora en el gobierno.
El último de la lista es un caso paradigmático. Ríos conducía la Agencia Gubernamental de Control porteña hasta que Macri lo echó como funcionario porque no controló la caída de un edificio en Villa Urquiza en agosto de 2010, que provocó tres muertos en un gimnasio. Esa noche se preocupó más en ser vocal de la comisión directiva y emitir su voto en contra del dolarizado contrato del ídolo que acaba de anunciar su partida. Prefirió ir a la Bombonera antes que hacerse cargo del derrumbe frente a los vecinos. Perdió el trabajo y, además, la votación. Ahora el jugador amenaza la estabilidad de los herederos del ingeniero con su salida (incluido Ríos). Un desplante que los deja mal parados. Riquelme, con sus gestos más que con sus palabras, seguirá influyendo por un tiempo incalculable en el futuro de Boca.
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