DEPORTES › GRAN BRETAñA TRAS LOS JUEGOS
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
El nutrido medallero olímpico del equipo Gran Bretaña y la expectativa de una inyección de consumo adicional en la economía es hoy el único plan B de una Coalición Conservadora-Liberal demócrata que no acierta a formular una estrategia para salir de la recesión.
Aferrados como a un mantra al Plan A (Austeridad), la Coalición espera que gracias al llamado “feel good factor” los británicos saquen la billetera y se sumen al consumo aportado por los cientos de miles de visitantes a los Juegos, evitando así un cuarto trimeste consecutivo de crecimiento negativo. Los economistas no comparten esta visión optimista y este miércoles el mismo Banco de Inglaterra (Banco Central) redujo sus previsiones de crecimiento para 2012 de un magro 0,8 por ciento a un 0 de absoluto estancamiento.
El optimismo deportivo que se respira en las calles de Londres es palpable, pero los números son mucho más decisivos. El último trimestre la economía cayó un 0,7 por ciento, profundizando la tendencia marcada por los trimestres previos (menos 0,4 y menos 0,3). El poder adquisitivo de los británicos –atrapado por la doble tenaza de un estancamiento salarial devorado por la inflación– ha sufrido en los últimos tres años la peor caída desde los ’70. El primer ministro, David Cameron, había dicho que los Juegos aportarían unos trece mil millones de libras a la economía, pero los propios errores del gobierno conspiraron contra este impacto positivo.
Con el antecedente de los embotellamientos masivos de los Juegos de 1996 en Atlanta, que les impidieron a algunos atletas llegar a las competencias, el alcalde de Londres, el conservador Boris Jonson, lanzó una campaña para advertir a los ingleses que evitaran el centro durante los Juegos. El resultado fue que la zona céntrica se convirtió en una ciudad fantasma. Restaurantes y teatros vacíos, calles sin mucha gente, una brusca caída de las ventas de los comercios. Nadie se salvó del impacto. El número de visitantes a la famosa Torre de Londres registró una caída del 56 por ciento.
Cuando el gobierno intentó un cambio de rumbo, quitando los anuncios televisivos de autobuses en los que el mismo alcalde recomendaba evitar el centro, el daño estaba hecho. No fue el único error de cálculo. Los miles de espectadores que han venido son en su mayoría jóvenes, con poco dinero y afligidos por la misma malaria que tienen los británicos: la crisis económica. “No venimos de compras”, resumieron dos jóvenes suecas a la Agencia AFP.
Peor aún, según la Asociación de Operadores turísticos europeos, ha habido una caída de un 50 por ciento en el número global de turistas. El dato no sorprendió al especialista en Economía del Deporte de la Cass Business School de Londres, Peter Grant. “Es el impacto de los Juegos Olímpicos en general. Lo que se gana en un lugar se pierde en el otro. Los turistas que vienen para los Juegos no visitarán Londres después. Muchos dejarán de venir porque no quieren estar durante los Juegos”, señaló Grant a Página/12.
La ilusión que provocaron estos Juegos Olímpicos son una muestra de la creciente desesperación en las filas de la Coalición. Al asumir el poder, en 2010, la Coalición apostó todo al Plan de Austeridad, echando la culpa de la crisis al despilfarro e irresponsabilidad de los laboristas. El plan contemplaba un recorte fiscal de 120 mil millones de libras en cinco años para balancear las cuentas en 2015. Este año el primer ministro David Cameron estiró el ajuste fiscal hasta 2020. Pero la realidad es que sin crecimiento las cuentas no cierran.
Con el deterioro económico, se ha acelerado el político: los laboristas tienen una ventaja de once puntos en las encuestas, la mayor desde las elecciones de 2010.
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