DEPORTES
› OPINION
La guerra del odio
› Por Fernando D´addario
Daniel Scioli, experto en un deporte tan conflictivo como la motonáutica, aprendió pronto a navegar por las aguas turbias de la función pública. Ayer temprano admitió la posibilidad de suspender el campeonato, pero un par de horas después, alertado por los inconvenientes económicos que provocaría esa decisión, sostuvo que “el fútbol no hay que pararlo”, porque, agregó, “por el momento hay garantías de seguridad”. Propuso, a cambio, penalizar lo que bautizó como “el odio deportivo”. Tarea faraónica si las hay, en tanto alude a una entelequia imposible de codificar y, en consecuencia, más difícil de extirpar que la pobreza. El mapa de la intolerancia futbolera es más complejo que el de Medio Oriente, porque a diferencia de las antinomias que emergen de Arafat y Sharon, no hay en la violencia del fútbol una lógica “geopolítica” que la anime. Ir a cualquier cancha, ya sea sábado o domingo, de día o de noche, juegue quien juegue, puede ser el pasaporte a una fiesta o a una tragedia. Por ejemplo, esta noche: Racing recibe a Central. Hasta hace unos años, hubiese sido un partido tranquilo, porque las hinchadas eran amigas. Ya no lo son. Además, la policía espera que los de Independiente, que no juega, intenten “vengar” la muerte de Gustavo Rivera. Por “suerte”, los de Avellaneda no tendrán apoyo logístico de los rosarinos, ya que también se odian entre sí. Hoy no será un buen día para tomarse el tren de la línea Roca: además del partido que se jugará en Avellaneda, Lanús y Huracán se enfrentarán dos estaciones más adelante. Lo de “enfrentarán” no es un eufemismo. Las barras bravas de Lanús y Huracán se detestan desde hace rato. También los de Lanús están peleados con los de Racing, y los de Central con los de Huracán, y así podría multiplicarse indefinidamente la cadena. Los sábados, la situación se agrava: para sortear ileso las rutas del conurbano hay que ser licenciado en barras bravas, y saber por dónde volverán los de Morón, en qué cruce esperan los de Laferrère a los de Brown, etc. Ayer murió un hincha de Acassuso, Lucas Fernández. Lo había herido de un balazo un fanático de J. J. Urquiza (Primera C), aunque el partido era contra Midland. Cualquier tipo que pise habitualmente las canchas argentinas se da cuenta de que la violencia no se circunscribe a “50 inadaptados apañados por los dirigentes”. Es el país que está incendiado. Scioli, experto en motonáutica, cree que todo se arregla penalizando el “odio deportivo”.