DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
A pocas horas del comienzo de un nuevo torneo –lo de “nuevo”, más que una expresión de deseos, es una manera de diferenciarlo de bodrios anteriores– no son muchas las expectativas en cuanto a la remota posibilidad de que el juego se le parezca a lo que debe ser.
Es que en el receso, además de las consabidas y permanentemente difundidas cuestiones vinculadas o bien con la violencia, o bien con el puterío, prácticamente ninguna señal dio ni los jugadores ni los equipos en cuanto a algo parecido a aspirar a algo mejor que lo que respecto del juego se viene soportando desde hace ya demasiado tiempo.
La insistencia inescrupulosa en hacer jugar degradados “clásicos” en el receso provocó un sinnúmero de situaciones violentas y hasta sangrientas, pero ningún saldo quedó para suponer que el fútbol está menos peor que antes.
Quizá quede para el análisis determinar si Carlos Bianchi está perdiendo la chapa de ser uno de los entrenadores más afortunados de los últimos tiempos...
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