DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Hace treinta y cinco años, el 14 de abril de 1978, moría Dante Panzeri, dejándonos su entrañable herencia. Es que no solamente su personalísima manera de ejercer esta profesión –la de periodista– lo distinguió desde hace más de medio siglo a esta parte. La inclaudicabilidad de sus principios fue su marca registrada.
Presagió como nadie los tiempos tormentosos y aun los sangrientos que nos tocan vivir en cuestiones vinculadas no con el fútboljuego, pero sí con las obscenidades que provocan los innumerables negocios non sanctos que lo merodean. De todas maneras, aunque desde la dirección de El Gráfico haya promovido lo que llamó “Cruzada honoraria de la decencia”, para convocar a lectores de su revista a que adhirieran a tratar de terminar con lo que a principios de la década del sesenta ya era un incipiente foco de irregularidades y violencia, quedaba claro que el gran Dante auguraba tiempos peores.
Quizás el mensaje más lapidario de Panzeri, respecto de las falencias del fútbol argentino, haya sido aquel referido a las cosas que le faltaban: “Dirigentes, decencia y wines”. Hace mucho que el Dante nos hace falta.
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