Dom 09.06.2013

DEPORTES  › RAFAEL NADAL Y DAVID FERRER JUEGAN HOY LA FINAL DE ROLAND GARROS

Cada uno busca su propio milagro

Rafa, que sueña con recuperar el uno, pretende hacer historia ganando su octavo título en París; el valenciano, en cambio, va por lo que aún se le niega en su gran carrera: ganar un Grand Slam. Es la primera final entre españoles luego de la de Costa y Corretja, en 2002.

› Por Sebastián Fest

Toni Nadal habló de “milagro” y las lágrimas invadieron sus ojos, pero que su sobrino esté a las puertas de un octavo título en Roland Garros bien podría ser visto por la amplísima mayoría del tenis como la más pura lógica. Al fin y al cabo, Rafael Nadal lleva siete títulos en el Abierto de Francia, y si gana hoy hará algo que nadie, nunca, hizo en la historia: conquistar ocho veces un mismo torneo de Grand Slam. Fuera de eso, hará lo que siempre hizo excepto en 2009, alzar el trofeo de campeón en junio en la arcilla naranja del Bois de Boulogne.

Pero el calificativo de “milagro” tiene lógica para los Nadal, y en especial para el jugador, que pasó una muy dura segunda parte de 2012, preguntándose incluso si volvería a jugar al nivel que lo llevó al número uno del mundo y a ganar once títulos de Grand Slam. Los médicos le decían que su tendinopatía rotuliana y su inflamación en la grasa de Hoffa –doble lesión de rodilla, para resumirlo con más sencillez– no le impedirían volver a jugar en el nivel que supo mostrar. Pero el jugador no les creía. En diciembre, apenas seis meses atrás, el mismo Rafael Nadal se preguntaba si podría volver a ser alguna vez Rafael Nadal.

Esa pregunta está superada, porque ni el propio Nadal puede dudar de que está de regreso y con grandes posibilidades de volver a ser el número uno del mundo, consecuencia de una campaña que incluye seis títulos y dos finales en lo que va de 2013 y la posibilidad de ganar hoy su duodécimo torneo de Grand Slam.

Pero las dudas acerca de la rodilla persisten, taladran su mente y no le permiten ser todo lo feliz que podría ser con sus éxitos. Es probable que Nadal sepa cosas que nadie sabe, datos que justifiquen sus temores.

Por eso el español extrema la prudencia. Si en marzo renunció a jugar en Miami, ayer confirmó que no estará la semana próxima en Halle. No es cuestión de tentar a la suerte, de exigir su físico más aún. Nadal quiere que sus rodillas no le impidan seguir jugando, porque sabe que tiene sólo un puñado de años más por delante. “Nuestra carrera no es para siempre”, dijo ayer el español de 27 años, que ya no es en la cancha el torrente de desbordante adrenalina de aquel 2005 en que inauguró su serie de victorias en Roland Garros derrotando al argentino Mariano Puerta en la final. “Sentía que podía correr tres días seguidos”, recordó recientemente Nadal en una entrevista con la agencia alemana de noticias DPA. Hoy es diferente. “Tenemos un tiempo limitado y cada jugador intenta sacar lo máximo posible.”

Es lo mismo que le sucede a Ferrer a sus 31 años, con el agravante de que la de hoy será su primera final de Grand Slam contra la decimoséptima de Nadal. Si alguien tiene “tiempo limitado”, ése es él, y un tricampeón del torneo como el sueco Mats Wilander espera que aproveche la oportunidad. “Estoy sorprendido por los jugadores y la manera en que arrojan la toalla ante Nadal”, dijo a DPA el ex número uno del mundo. “Nadal no va a perder si no está cansado. Pensé que estos siete meses de ausencia iban a hacer que estos chicos creyeran más en sí mismos”, añadió el sueco, que en enero aseguró que Nadal sería este año un “outsider” en Roland Garros.

El número cuatro del mundo asegura que, pese a la batalla de cuatro horas y 36 minutos ante el serbio Novak Djokovic, llega bien a la final ante un rival que no cedió un set en todo el torneo. “Estoy un poco cansado, pero nada dramático”, sintetizó el zurdo español, que se siente “preparado para pelear y con la cabeza fresca” tras un torneo que inició “ansioso” y con problemas en su juego.

“He aceptado en todo momento las adversidades. Esto es muy especial viniendo de donde vengo, y que sea la novena final consecutiva es algo que no me podía imaginar.” Nadal no quiere hablar de la rodilla, pero al final siempre vuelve a ella. Hoy, si conquista su octavo Roland Garros y supera a Guillermo Vilas y Roger Federer en cantidad de partidos ganados en el torneo, quizá sea capaz de olvidarla por un buen rato. E incluso también de creer que lo suyo no es necesariamente un “milagro”.

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