DEPORTES › CRóNICA DE VIAJE JUNTO A LOS BARRABRAVAS QUE INTENTAN ENTRAR AL BRASIL
La euforia del avión le deja paso al silencio en la cola de Migraciones. Más de uno queda a la espera de la venia para ingresar al país, algunos rebotan irremediablemente. Las autoridades están en poder de una lista de 2100 barras para rechazar.
› Por Facundo Martínez
Desde Belo Horizonte
Un grupo de barrabravas de la ¿disuelta? Hinchadas Unidas Argentina, la ONG que crearon los hinchas violentos para intentar transparentar sus acciones delictivas, aborda un avión de Aerolíneas Argentinas rumbo al Mundial de Brasil. No son más de quince, pero a su modo se hacen notar. Cruzan algunos gritos entre filas de asientos y cuando por fin el comandante del vuelo anuncia el arribo al Aeropuerto Internacional de Río de Janeiro, el Galeao, comienzan a cantar. “¿Para qué venimos?”, grita uno, porque sus compañeros parecen no terminar de animarse a levantar la voz, “a alentar a la Selección”, responde el mismo. El coro comienza: “Vamos, vamos, Argentina / vamos, vamos, a ganar / que esta barra quilombera / no te deja, no te deja de alentar”. El comandante anuncia que la temperatura de la ciudad es de 20 grados. Los barrabravas se sacan los buzos, algunos de ellos tienen debajo la camiseta argentina. Ya están en Brasil y empezó la fiesta.
La cola en Migraciones del país anfitrión es larga. Los muchachos están tranquilos, charlan y se ríen hasta que uno de los suyos, parado frente al funcionario, recibe la indicación de apartarse a un costado, cerca de una puerta que custodian dos policías. El oficial, muy cordial, le explica que tiene que esperar, que puede tratarse de un error, y que es la computadora la que le indica que no puede dejarlo ingresar al país.
El resto de los barrabravas comienza a cruzar miradas pero disimulan la situación. Ya no parecen conocerse. Serán cuatro de quince los apartados que de uno en uno se van acomodando en el mismo punto de espera. Los que sí logran ingresar a Brasil le anuncian a un taxista que su destino es Copacabana, hablan de tomarse unas caipirinhas, mientras uno de ellos extirpa velozmente de la barra de informes mapas y guías de la ciudad, sin mediar palabra.
La escena, cuyo final quedó abierto y tendrá seguramente nuevos capítulos durante el Mundial, tiene su explicación, según pudo averiguar este cronista antes de acreditarse y partir rumbo a Belo Horizonte, donde se concentra y se entrena la delegación argentina. Se trata de la puesta en marcha del blindaje que las autoridades de Brasil diseñaron para evitar el ingreso de barrabravas argentinos a la Copa del Mundo. El hincha deportado desde San Pablo abrió una nómina que se presume extensa, ya que en poder de las autoridades brasileñas existe una lista con más de 2100 barras informados por las autoridades argentinas, quienes no podrán ingresar al país vecino por estar condenados o investigados por la Justicia. Esto es posible gracias a la colaboración entre las policías de ambos países, que están trabajando de manera conjunta a través del Centro de Cooperación Internacional de la Policía Federal brasileña, que tiene su base operativa en la ciudad de Río de Janeiro.
En Brasil estiman que serán 100 mil los hinchas argentinos que visitarán el país; entre ellos intentarán camuflarse los violentos, que en algunos casos recibirán ayuda de los torcedores brasileños. “El objetivo es impedir que vengan y, si vienen, que no entren a los estadios”, avisó la presidenta brasileña Dilma Rousseff.
Los violentos que consigan ingresar a Brasil sin inconvenientes no la tendrán fácil en los estadios. La organización tiene planeado montar operativos de seguridad enormes. Para cada encuentro de la Copa se contará con más de 1800 vigilantes privados, quienes tendrán el apoyo de otros 700 efectivos de la Policía Federal local.
La lista de visitantes no deseados se completa con unos 700 pedófilos internacionales, condenados por crímenes sexuales. Aquí se considera que el Mundial es un caldo de cultivo para este tipo de delitos. Durante los últimos días se han denunciado casos de prostitución infantil en las inmediaciones de los estadios de las ciudades sedes.
Otro punto que preocupa seriamente a la organización de la Copa son los ataques terroristas. Los escáneres para equipajes instalados en el Centro de Acreditaciones de Río son apenas una muestra de esa preocupación, en la que hacen principalmente foco los dirigentes de la FIFA. El temor a acciones terroristas no se presenta como un gran problema para los brasileños, sin embargo, para conformidad de la comunidad internacional, se redoblaron los controles, y se dispuso que sean las Fuerzas Armadas brasileñas las encargadas de la seguridad en las delegaciones.
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