Desde Brasilia

“Prefiero que mi equipo tenga la pelota e imponga el ritmo. Nigeria es un buen equipo defensivamente, así que dependerá de nosotros encontrar soluciones para superarlos”, había dicho en la previa al partido que Francia ganó ayer, ante los 60 mil hinchas que colmaron el estadio Mané Garrincha, el entrenador Didier Deschamps. La alegría por la victoria, por haber conseguido el pasaje a los cuartos de final, donde lo espera nada menos que Alemania, no fue para nada como se lo imaginó. Quizá por eso, por esas rarezas que tiene el fútbol, se trató verdaderamente de un partidazo, con dos equipos de diferentes calibres, con diferentes talentos, pero de intensidades similares. Un partido que se jugó con el alma y que los franceses recién consiguieron destrabar sobre el final.

Nada le importó a Nigeria, ni el calor ni la hora ni el rival. Salió con todo a la cancha y sorprendió a todos, aunque principalmente al rival, que parecía no haber planeado el partido que de golpe se le presentaba. Nigeria buscó el arco de Lloris constantemente, incluso exponiéndose infantilmente a los contragolpes rápidos que fabricaban con unos pocos toques Valbuena, Giroud y Benzema, pero que encontraban freno en la defensa africana y en el buen arquero Enyeama.

Fueron los nigerianos los que le imprimieron el ritmo al partido, yendo a buscar todas las pelotas y realizando un despliegue físico descomunal. Ya desde el banco quedó planeado el objetivo de la faena. El entrenador Stephen Keshi no se planteó otra cosa que no fuera ir a buscar la victoria, la clasificación histórica, y sus volantes hicieron un trabajo muy digno, presionando constantemente en la zona media para que los franceses no pudieran encontrarse tan fácilmente con su juego. Hubo bronca por que el árbitro estadounidense Mark Geiger le anuló un gol a Emenike, a instancias del canadiense que cuidaba la línea, Joe Fletcher.

La apuesta nigeriana duró lo que les duró el físico a sus jugadores. Y Francia, cuando terminó de despertarse, comenzó a insinuar sus armas, a llevar peligro hacia el arco rival. Matuidi y Pogba fueron ganando confianza y en esa sintonía comenzaron a mandar en el medio, a robar pelotas para entregarla redonda a los pies de Benzema y compañía, que comenzaron a probar suerte frente a Enyeama, que brindó una buena muestra de sus cualidades tapándole un tremendo remate de gol a Pogba.

Hasta ahí llegaron las buenas intenciones de los africanos, que cuando vieron que los franceses se les venían y no tenían cómo pararlos, retrocedieron unos metros, quizá para reservar fuerzas, quizá ya pensando en aguantar la parada, en encontrar una contra como las que Musa tuvo frente a la Argentina y que le permitieron marcarle dos goles a Romero.

Se esperaba un poco más de Benzema, que recién apareció con las luces encendidas en la segunda parte, con un mano a mano con el arquero nigeriano, que le tapó y desvió el remate que, finalmente, Oshaniwa terminó despejando casi sobre la línea.

El susto disparó a Nigeria otra vez al ataque, al dominio, y los franceses volvieron a sentir que la tarde venía complicada. Los africanos les robaron por un tiempo la pelota y eso terminó de confundir a los franceses. Francia, de contra, seguía aprovechando espacios y se volvía más incisiva. Aguantó hasta donde pudo Nigeria, que tras un error defensivo se encontró con el gol de Pogba que le daba la clasificación y el pasaje a cuartos cuando faltaban sólo 10 minutos de partido. En la desesperación de los nigerianos, llegó en tiempo de descuento el gol en contra de Yobo.

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