DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
A no sorprenderse si de aquí a menos de dos meses, el torneo de Primera, bizarramente bautizado vaya uno a saber por quién “de Transición”, es modificado en su estructura por enésima vez. Aunque ya se haya oficializado el fixture y la fecha de comienzo se haya estipulado para el 15 de febrero de 2015.
El fútbol argentino tiene un montón de deudas pendientes con la sociedad y con el propio fútbol. Pero hay tres cuestiones que parecen primordiales y que esta reestructuración no contempla: lo mal que se juega, pese a una leve mejoría en el último semestre y que no hay manera de cambiar desde los escritorios (aunque puede que sí), la violencia en la periferia del juego –quien esto escribe se niega a hablar o escribir de “la violencia en el fútbol”– y las deudas astronómicas de la gran mayoría de los clubes.
Volver sobre la responsabilidad de quienes conducen, sean estos dirigentes de fútbol o de la política, de la policía, de los narcos, de los barras, de los comunicadores cómplices –que los hay–, de los propios protagonistas del juego con su silencio y tantas veces con su connivencia, sería tan redundante como necesario. Es imperioso insistir para que haya menos diagnóstico y más tratamiento.
Algo parecido sucede con los dineros faltantes de las instituciones en gran parte por aquello de empresarios ricos con empresas pobres. Menos relato y más gestión. Y otra vez, menos diagnóstico y más tratamiento.
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