DEPORTES › OPINIóN
› Por Ariel Greco
Se va el distinto. No se trata del slogan de ningún publicista ni la renuncia de algún candidato presidencial, más allá de la asociación que se pueda hacer por el lugar de origen en común. El que se va es Juan Román Riquelme, el verdadero distinto del fútbol argentino.
El periodismo deportivo nacional tiene, entre tantos otros defectos, la tendencia a abusar del concepto de “jugador distinto”. Alcanza con que algún pibito en su tercer partido en Primera gambetee a dos y tire un caño para que ya merezca tal calificación.
Formulada esa aclaración, y teniendo en cuenta el significado literal, el verdadero “jugador distinto” del fútbol argentino es (era) Riquelme. Es discutible si fue o no el mejor de su tiempo, e incluso ni siquiera importa mucho. De lo que no hay dudas es de que el mote de “jugador distinto” le pertenece o, mejor dicho, le pertenecía, a partir del anuncio del domingo.
Era distinto por definición, porque no hay o no quedan jugadores que se le parezcan.
Era distinto por la manera en que forjó su talento, ya que su calidad no estuvo acompañada por grandes condiciones físicas: no era rápido, no era potente ni era explosivo como otros futbolistas talentosos.
Era distinto en la cancha, cuando encontraba el pase que ninguno de los otros 21 protagonistas veía y que terminaba siendo la mejor opción.
Era distinto en la manera de pensar el juego, ya que disfrutaba más de asistir a un compañero que de convertir su propio gol.
Era distinto en el trato con la prensa, capaz de ignorar a los programas líderes de audiencia por no comulgar con sus conductores, pero sentarse a darle la nota de tapa a los pibes de La Garganta Poderosa, la revista que hacen en el Barrio Zavaleta.
Era distinto en el momento de tomar decisiones trascendentales, como no jugar un Mundial, por detalles que al resto del mundo le podían parecer ínfimos, pero que por su manera de pensar y de sentir eran innegociables.
Era distinto en no medir el poder de sus eventuales adversarios, desde dirigentes a jugadores, entrenadores, periodistas o hinchas rentados, con los riesgos que ello implica y aun sabiendo que su posición quedaría debilitada.
Y hasta era distinto en la relación con esos enemigos, ya que en todos los enfrentamientos que tuvo, reales o ficticios, concretos o armados, pequeños o grandes, jamás le faltó el respeto ni descalificó en público a ninguno de ellos y nunca le negó los elogios que el eventual contrincante se merecía por su trayectoria.
Incluso, su retiro fue distinto. Por TV,
36 días después de su último partido ante Douglas Haig, tras haber devuelto a Argentinos a la A.
Se podrían seguir enumerando razones por las que se lo puede catalogar de distinto. Pero la manera más clara para explicarlo la entrega el fútbol actual. Juan Román Riquelme es tan distinto que no entra en las fórmulas de los que piensan que la única manera de llegar al 10 es sumando 4+4+2. El fútbol ya empezó a extrañarlo.
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