DEPORTES › ACTOS, MURALES Y CHARLAS MARCAN UN CAMBIO DE EPOCA
Los clubes van dejando atrás la herencia de la dictadura. De los carnets de socios honorarios otorgados a genocidas, a los homenajes a hinchas desaparecidos. Cambia, todo cambia en el mundo de la pelota.
› Por Gustavo Veiga
El fútbol entendido como corporación deportiva, que miraba de reojo y con desconfianza el compromiso con los derechos humanos, está empezando a aceptarlos. Refractario a todo lo que huela a política, anclado en un pasado con reminiscencias de la dictadura, sostuvo hasta bien entrada la década del ’90 posiciones insostenibles. Los genocidas Videla, Massera y Agosti eran socios honorarios de River; Suárez Mason mantenía el mismo estatus en Argentinos Juniors; Viola en Colón de Santa Fe y en julio del 2003 Daniel Passarella y Américo Gallego se negaban a ingresar con una bandera de las Abuelas de Plaza de Mayo al estadio Monumental, en un partido homenaje a los campeones mundiales del ’78, y nadie acusaba recibo por eso. Con los años, esas situaciones que habían perdurado en democracia, comenzaron a modificarse. A los generales los expulsaron de los clubes algunos ex jugadores cambiaron de opinión y otros pocos participaron en un acto organizado por el Instituto Espacio para la Memoria que los juntó con familiares de desaparecidos. Esa tendencia se profundizó con más militancia y compromiso con los derechos humanos en las instituciones deportivas. Y una política de Estado que resultó propicia. Lo prueban varios hechos recientes en una descripción necesaria que pasaría inadvertida si no se los vinculara.
La última semana, prolífica en marchas, homenajes y evocaciones, lograron cierta visibilidad las subcomisiones de Derechos Humanos de varios clubes. Se inauguró un mural en homenaje a socios e hinchas desaparecidos de All Boys, en la esquina del estadio de Floresta. Se crearon nuevos espacios de participación, como en Ferro Carril Oeste, donde el jefe de Gabinete de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Agustín Cetrángolo, creó la nueva Subcomisión de Derechos. Humanos. Se mostraron plotters alusivos al 24 de marzo antes de varios partidos en las canchas de River, Lanús y Temperley, entre otras. Fue como si el fútbol se pusiera a tono con las consignas de Memoria, Verdad y Justicia, un clima de época que a la mayoría de sus dirigentes siempre les costó asimilar.
Racing sorprendió con un comunicado en el que sostenía que, “a través de su Comisión Directiva, adhiere al pedido histórico de enjuiciamiento de los responsables de los crímenes y aboga por la defensa irrestricta de la democracia como camino para la construcción de la sociedad que todos queremos”.
Junto a la cancha de All Boys, se descubrió un mural en homenaje a Samuel Alfredo Szczupakiewicz, Carlos Oscar Lorenzo Cittadini, Daniel Ferreira y Susana Leonardi, militantes políticos desaparecidos y socios del club de Floresta que, como dice sobre la pared que ahora los recuerda: “Aquí fueron felices”. Había un antecedente de reconocimiento a los cuatro. En 2009 se colocó una baldosa con sus nombres en el mismo lugar.
Argentinos Juniors, un viejo rival de All Boys, ya había realizado su propio mural y homenaje a sus siete socios e hinchas desaparecidos en marzo de 2006. Está sobre una pared del estadio Diego Armando Maradona, en Boyacá y Juan Agustín García, y lo hizo el artista Sebastián Maissa. Siete años después, en 2013, pero adentro de la cancha, se descubrió una placa con los nombres y las fotografías de Américo Jorge Marchetti, Néstor Julio Sanmartino, Gregorio Nachman, Guillermo Moralli, Ernesto “Jaio” Szerszewicz, Héctor Horacio Moreira y el cineasta Raymundo Gleyzer. El acto fue organizado por la Comisión por la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre y los Hinchas de Argentinos Juniors por la Memoria.
El club Defensores de Belgrano es pionero en este tipo de reconocimientos. El 25 de mayo de 2001 le colocó el nombre de Marcos Zuker (h) a su tribuna techada, en homenaje a un hincha desaparecido. Hijo del actor homónimo y militante de Montoneros, fue secuestrado durante la llamada Contraofensiva de 1979. Lo que hace más curioso el homenaje al Pato Zuker, como lo llamaban sus compañeros y amigos, es que la cabecera de la cancha donde desde siempre se ubica la hinchada local, está como todo el estadio frente a la ex ESMA, un símbolo de la represión ilegal por el que pasaron alrededor de cinco mil detenidos desaparecidos y que hoy es un espacio transformado por la política de derechos humanos del gobierno nacional.
Muy cerca de Defensores, en el estadio Monumental, hubo actos en el mismo sentido. En septiembre del 2014, River le entregó una plaqueta a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y a su nieto recuperado, Ignacio Guido, días después del reencuentro entre los dos. El confesó que era hincha fanático del equipo al igual que otro nieto homenajeado: Guillermo Pérez Roisinblit. Este último, junto a su abuela Rosa y Carlos Pisoni, el subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, participaron de una charla sobre Memoria, Identidad y Derechos Humanos el viernes pasado en el club de Núñez. El 17 de marzo último, la Comisión Directiva que preside Rodolfo D’Onofrio, le había tributado un reconocimiento a Claudio Morresi, ex jugador del club y ex secretario de Deporte de la Nación. La singularidad del acto estuvo dada porque River lo distinguió como ex deportista y militante por los derechos humanos.
En esa misma institución, hasta el 24 de abril de 1997, Videla, Massera y Agosti conservaban el estatus de socios honorarios, conferido desde el 13 de octubre del ’78. Por iniciativa del fallecido ex diputado Alfredo Bravo y el abogado Marcelo Parrilli –dos socios de River– fueron expulsados durante la presidencia de Alfredo Davicce. Pasaron casi 18 años y el fútbol ya borró de su cuerpo varias marcas que le dejó la dictadura.
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