DEPORTES › REVECO, DESPOJADO
› Por Daniel Guiñazú
La lógica ilógica del boxeo volvió a darse ayer en Osaka (Japón). Punto más, punto menos, el mendocino Juan Carlos Reveco le había ganado al local Kazuto Ioka la pelea en la que exponía por sexta vez, el título de los moscas de la Asociación. Pero la ley cruel del local y el visitante se aplicó otra vez. Y un fallo cerrado e injusto de los jurados le birló la corona al campeón argentino y consagró al nipón como nuevo monarca en la categoría de los 50.802 kg.
Subleva más la injusticia porque Reveco redondeó una actuación muy buena. Asumió la iniciativa, trabajó a ritmo sostenido y dictó con el manejo de su izquierda recta, cruzada a la cabeza o en gancho a los planos bajos, el tiempo de las acciones. Ni siquiera se le puede reprochar una caída de tensión en las últimas vueltas: de campana a campana, lo suyo tuvo una intensidad pareja, alta, sin especulaciones, frente a un rival tan calificado que ya había sido campeón en los pesos mínimo y minimosca y que ayer se alzó con su tercer título mundial en apenas 17 peleas.
No hubo dudas: Reveco había ganado 116/112. Sin embargo, el veredicto mayoritario de los jueces bajó como un mazazo: el venezolano Carlos Sucre dictaminó 116/113 y el filipino Silvestre Abainza 115/113, los dos para Ioka. El estadounidense Raúl Caiz Sr dio empate en 114. Ninguna de las tres tarjetas reflejó lo que verdaderamente sucedió sobre el ring del Gimnasio de la Prefectura en Osaka. Pero tampoco sorprende que haya pasado lo que finalmente sucedió.
El Lejano Oriente (y en especial Japón) es una región cada vez más hostil para los intereses de los boxeadores extranjeros. Alguna vez, ganaron allí sus títulos por puntos Pascual Pérez (1954) y Horacio Accavallo (1966) y en 2013, el propio Reveco se alzó con una decisión favorable ante Masayuki Kuroda. Pero en los últimos tiempos, llevarse un triunfo ante un púgil japonés se parece cada vez más a un milagro boxístico. Mucho más cuando se trata de un protegido de la promoción como lo era Ioka.
Reveco (y su manejador Osvaldo Rivero) sabían a lo que se exponían cuando decidieron aceptar el ofrecimiento para defender la corona en Japón. Pero esto no justifica el atraco del que fueron objeto. Reveco no perdió sobre el ring. Hizo lo que tenía que hacer y lo hizo bien. Como no lo pudieron vencer con los puños, lo bajaron de una bofetada. A eso sonó la decisión con la que lo castigaron ayer, cuando caía la noche en la otra punta del mundo.
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