Sáb 25.04.2015

DEPORTES  › LOS DEL BAJO BELGRANO VOLVIERON A SU ESTADIO

Excursio nunca se fue de su barrio

› Por Fernando D´addario

Hay cosas que cambian y cosas que no. O quizá lo invariable sea esa dinámica pendular que agita la historia centenaria de Excursionistas, el club de barrio con más mística (aunque no precisamente ganadora) del fútbol argentino. El jueves pasado inscribió su nombre en el registro estadístico: la vieja cancha de La Pampa y Miñones es la primera –entre los equipos directamente afiliados a AFA– que utiliza césped sintético para partidos oficiales. Hubo fiesta en el Bajo Belgrano. Es que las reformas en el estadio y las dilaciones burocráticas para su posterior habilitación hicieron que Excursionistas tuviera que jugar como local durante un año y medio en la cancha de JJ Urquiza (Loma Hermosa), a puertas cerradas. Hinchas de fútbol que durante 18 meses no pudieron ejercitar su pasión. Eso sí que es inducción al suicidio.

El síndrome de abstinencia decantó en una reinauguración con asistencia masiva, bandera, bombo y aliento permanente. Pero las fiestas nunca son completas en Excursio: perdió 2-1 contra un Sacachispas que venía penúltimo y con tres derrotas consecutivas sobre el lomo. Como añadido casi coreográfico a la fiesta pinchada, en el último minuto Excursionistas fue favorecido por la sanción de un penal dudoso, que el zaguero Julián Villanueva ejecutó con imprecisión milimétrica, estrellando la pelota en el palo izquierdo de un arquero prácticamente enano.

El césped sintético, impecable, era un desafío para los jugadores, pero también para los apologistas y los refutadores de un argumento típico de la Primera C: “Los partidos son malos porque los campos de juego son un desastre”. El sintético rápido y parejito, sumado a las dimensiones más grandes de la cancha, imponían un juego por abajo, de gambeta y precisión en los pases. Excursionistas tiene varios jugadores de buen pie (Chambi y Semería entre los titulares, el nigeriano Orode y el Mago Orsi en el banco). Pero el ADN del “jugador del ascenso”, seguramente, prevaleció sobre las aparentes bondades de la escenografía: la búsqueda de fricción permanente, el pelotazo, la pelota a dividir parecían remitir a pulsiones inconscientes, ancestrales, como actos reflejo de una historia escrita en los potreros. Hasta daba la sensación de que Darío Carpintero (que en la semana trabaja como recolector de residuos y se hizo “famoso” por un patadón a Erbes en la Copa Argentina de hace dos años) contemplaba, antes de rechazar, la eterna ondulación del terreno en el área grande que da a José Hernández, hoy felizmente emparejada.

Las paradojas y las contradicciones que envuelven a Excursionistas exceden la anécdota futbolera del jueves pasado. Incluyen factores sociales, económicos y culturales de larga data. Excursio es un club pobre presionado por un barrio rico. Es, más aún, el remanente olvidado del viejo y peleador Bajo Belgrano, que le dejó el mote (Los Villeros) y una fatal desconexión con el nuevo ambiente belgranense de rascacielos y negocios de lujo. La remodelación del estadio fue producto del acuerdo con una empresa privada, que explotará el campo de juego durante treinta años. Pero la ilusoria imagen de “nuevos ricos” no es compatible con la realidad cotidiana del club. Había que verlo al presidente, Angel Lozano, con mameluco y todo, pintando la platea; o al también dirigente Gabriel Chepenekas llevándose a lavar a su casa las camisetas de los jugadores para ahorrarle a la tesorería los 100 pesos del lavadero. Un puñado de lunáticos sacrifican tiempo, familia, trabajo, iluminados por una utopía permanente: hacer que el club sobreviva y –si se puede– crezca.

Una más: el máximo ídolo histórico de Excursionistas, René Houseman, sólo jugó oficialmente veinte minutos con la camiseta verde y blanca. Pero se crió en la villa, se quedó en el barrio cuando la dictadura pasó la topadora por el Bajo, es hincha fanático y no se olvidó del equipo ni de su gente ni siquiera cuando salió campeón del mundo en el ’78. Su querida presencia en Pampa y Miñones es una especie de contraseña que invita a pasar y ver lo que Excursio fue, lo que pudo haber sido, lo que es. El otro día no fue a la reinauguración de la cancha. Dicen que se quedó dormido.

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