Dirán los hinchas de Racing que no podía ser de otra manera. Que si no sufrían así, no sería Racing. En un partido que parecía liquidado, el equipo de Cocca tuvo que transpirar hasta el final para disfrutar de una final soñada: le ganó 2-1 a Estudiantes y se clasificó para enfrentar en el encuentro decisivo de la Liguilla por un cupo a la Libertadores nada menos que a Independiente. Con la alegría del deber cumplido y la mueca de disgusto porque por una decisión injusta del árbitro no podrá contar, al menos en el primer encuentro, con su símbolo, Diego Milito.

El comienzo del partido mostró a los dos equipos muy nerviosos, sin poder superar la tensión que genera saber que el que pierde se queda afuera. Dentro de ese panorama, Estudiantes fue levemente mejor, aunque sin crear nada cercano a una situación de peligro para el arco de Saja. Racing, por su parte, quedaba muy limitado a la posibilidad de que algún centro lejano le deparara una alegría.

Entonces apareció, como tantas otras veces, el talento individual para quebrar una historia que venía demasiado pareja. A los 22 minutos, Acuña tomó la pelota en mitad de la cancha y consiguió avanzar hasta la medialuna, donde a pesar de ser zurdo sacó un derechazo tremendo que se metió en el ángulo del arco de Hilario Navarro. El Cilindro estalló y dio rienda suelta al sueño de que el cupo a la Libertadores se definiera ante Independiente, el clásico rival. Inevitablemente, el trámite del partido se modificó con la novedad en el resultado. Racing se paró con más confianza en la cancha y Estudiantes, que tampoco era una maravilla antes, empezó a sentir el peso de la desventaja. Iban 30 cuando estuvo cerca el local incluso de ampliar la ventaja: Milito conectó un centro atrás de Bou y la pelota se fue apenas por encima del travesaño.

Luego de un primer tiempo en el que se destacó más la agresividad de los dos lados que los intentos por generar juego, en el complemento Racing trató de asentarse para cuidar su ventaja. Para eso era una importante ayuda la muy buena actuación de Acuña, que por la izquierda del ataque conseguía el desequilibrio que faltaba en el resto de la cancha. Uno de sus desbordes, a los 4, casi termina en gol de Milito, pero el remate del delantero viajó directo hacia las manos de Hilario Navarro.

De tanto penar Jara con los avances de Acuña por la izquierda, a los 12 minutos terminó con su sufrimiento cuando le puso un planchazo al volante de Racing y vio la segunda tarjeta amarilla. El local tenía cada vez más motivos para confiar en un desenlace feliz.

Y por si algo faltaba para que terminara de explotar la fiesta en el Cilindro, apareció otra vez Acuña para ratificar que estaba en una noche mágica. Desbordó otra vez por izquierda a la salida de un corner y mandó un centro perfecto para el cabezazo de Lollo en el segundo palo, que estiró la ventaja. Racing ya se sentía en la final ante Independiente y su gente tenía un optimismo que no le cabía en el cuerpo.

Todo era felicidad para el local, hasta que salió a escena Néstor Pitana con un error importante: a los 22 minutos, Milito fue a pelear una pelota, puso el brazo como defensa y el árbitro lo consideró una agresión merecedora de roja directa. La victoria de Racing no parecía peligrar, pero por la equivocación del árbitro –salvo que aparezca alguna revocación del Tribunal de Disciplina– el delantero y símbolo de Racing se quedará como mínimo sin jugar la primera final de la Liguilla ante Independiente. Y encima a Racing no le faltaría esa cuota de sufrimiento acorde a lo que cuenta su historia. Porque a los 36 minutos, cuando Estudiantes parecía casi resignado, Mendoza aprovechó una pelota que se le escurrió a Saja por debajo del cuerpo para poner el descuento. Los dos estaban con diez y el visitante, a tiro de un empate con sabor a milagro, que no llegó.