DEPORTES › EL HURACAN DE DOMINGUEZ
› Por Miguel Hein
Durante esta Copa Sudamericana, Huracán coqueteó simultáneamente con la gloria y con Devoto. Así como avanzaba en el plano internacional, el Globo no levantaba cabeza en el torneo local y sus hinchas pasaban de la angustia del fin de semana –por los resultados propios que no se conseguían y por los de los otros que ganaban y aumentaban el peligro de sobrevivir en la máxima categoría del fútbol argentino– a la alegría de entresemana, cuando su equipo iba dando cuenta de Tigre primero (lo venció 5-2 en Victoria y 1-0 en el Ducó), luego del desconocido Sport Recife (empate en 1 en Brasil y goleada por 3-0 en Parque Patricios), en semifinales de los uruguayos de Defensor Sporting (1-0 en Buenos Aires y 0-0 en Montevideo) y de River, en el partido de ida, en el Monumental, donde los de Eduardo Domínguez se impusieron 1-0.
Precisamente el cambio de técnico (se fue Néstor Apuzo y se calzó el buzo el defensor y yerno de Carlos Bianchi) marcó la resurrección de Huracán. De la mano del nuevo entrenador y el aporte de históricos como Toranzo y Montenegro, del desequilibrante juvenil Espinoza, del voluntarioso Vismara y del amigo del gol Wanchope Abila –por nombrar a los más rutilanres–, el Globo inició un período de bonanza, que se coronó primero con el logro de salvarse del descenso. Le demandó mucho esfuerzo cumplir ese objetivo. Los empates 0-0 con Aldosivi y Vélez constituyeron una primera base que se consolidó con la goleada 3-0 a Sarmiento. Pero vino el cachetazo de la derrota ante Quilmes por 2-1 y el tembladeral volvió a decir presente, porque así como Crucero del Norte ya estaba en el Nacional B, Chicago peleaba tozudamente por zafar y mantenía su esperanza a base de triunfos. Hasta que en la última fecha se dio aquella igualdad 1-1 con Belgrano repleta de suspicacias y llegó el alivio.
Lograda la permanencia, estaba todo dado para coronar un año inolvidable. Porque aquel proceso agónico del campeonato doméstico había tenido un ínterin inolvidable con la victoria en el Monumental ante el campeón defensor de la Sudamericana. Y ayer, el Globo culminó aquella faena empatando 2-2 con River y ahora está ante la posibilidad de atesorar su primer título internacional. Independiente Santa Fe –los colombianos que se clasificaron finalistas tras dejar en el camino a los paraguayos de Sportivo Luqueño y que antes habían eliminado al Independiente de Pellegrino– es el último escollo en la escalera a la gloria.
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