DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Jorge “Jorjón” Sabato, sobrino de Ernesto, pero como su tío nacido en Rojas –en su caso en la década del 20– y fallecido a poco del triunfo electoral de Alfonsín sobre Luder, pero antes de la asunción del presidente radical escribió en la recordada y entrañable revista Humor una nota cuyo título era absolutamente premonitorio: “Los milicos se van pero nos dejan el campo minado”.
Bien podría adaptarse ese título a las recurrentes pantomimas que entornan la sucesión de Julio Grondona, que indudablemente, también “dejó el campo minado” al “irse”. Desde el papelón de 38-38 para acá, la discusión parece circunscribirse a la fecha de retorno de la delegación de River de Japón. Es bien sabido que el voto riverplatense será de apoyo a la candidatura de Marcelo Tinelli, pero aparentemente es uno de los pocos respaldos públicos. Casi todo lo demás parece una partida de naipes con las cartas marcadas, como si fuera inocua la posibilidad de “barajar y dar de nuevo”.
Está claro, entonces, que Julio Humberto Grondona “se murió, pero dejó el campo minado”.
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