Alrededor de dos meses atrás el ahora renunciante entrenador de la Selección nacional, Gerardo Martino, se reunió con el presidente Macri. Y ante la posibilidad de dejar su cargo de técnico a raíz de los desaguisados cocinados en Viamonte 1366, Martino le dijo a Macri que no podía renunciar porque no había quien pudiera aceptarle o rechazarle la dimisión.

En las últimas horas la pelea por no se sabe bien qué cosa –¿dinero(parece que no hay), poder, figuración, viajes, hoteles de lujo, etc.?– se convirtió en una obscena feria de vanidades además de un encadenamiento de versiones y desmentidas.

Mientras uno de los supuestos candidatos, Jorge Sampaoli arreglaba condiciones con Sevilla, Juan Sebastian Verón desmentía haber hecho contactos con él para suceder a Martino.

Como no podía ser de otra manera el máximo “figureti” del fútbol argentino –Caruso Lombardi– aparecía casi como en cadena nacional en cuanto canal de televisión se lo convocaba, afirmando con su reconocida desfachatez que a la selección iría gratis.

Por otro lado Diego Maradona afirmó con énfasis :”¡hay que limpiar la AFA!, reclamo no realizado por el Diez ni en sus tiempos de jugador ni como entrenador de la Selección.

Tampoco puede llamar la atención que aparezca Diego Simeone como candidato para reemplazar a Martino, propiciado por quienes abjuran del juego y privilegian el azar, los resultados, el histrionismo y la pilcha negra del entrenador de Atlético de Madrid.

Y al convite de los opinadores no podía faltar Bilardo, quien con su habitual ignorancia propuso que el técnico de la Selección tenía que ser un campeón del mundo. Como si no hubieran sido entrenadores del equipo nacional tres campeones del mundo: Pasarella, Maradona y Batista, que para la cultura desculturizada de Bilardo no consiguieron nada, por lo menos a nivel mundial, ya que Batista fue el responsable técnico de los campeones olímpicos de 2008.