DEPORTES › OPINIóN
› Por Gustavo Veiga
El nuevo plan del gobierno nacional Tribuna Segura arrancó mal desde su enunciado. Por dos razones. No hay tribuna segura en una sociedad insegura. Tampoco se empieza por los accesos a las canchas cuando la violencia viene de afuera y se alimenta de arriba hacia abajo. Hay que leer el libro La Doce, del periodista Gustavo Grabia, para mencionar al menos un caso emblemático: la barra brava de Boca y sus conexiones políticas. Por supuesto, hay muchas otras.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, declaró: “El presidente nos dijo que en el fútbol hay que ir despacio y los pasos deben ser concretos”. También publicó su ministerio que “se pretende generar un nuevo paradigma”. Con utilización de tecnología y formación renovada de las fuerzas. O sea, más de lo mismo.
Las oportunidades históricas desaprovechadas para cumplir con lo que se pregona ahora se cuentan por decenas. Siempre se adoptaron medidas parciales. Y a menudo se partió de un mal diagnóstico. Pasó durante el gobierno anterior y sucede con el actual. Incluso se alentó a la patota. Hinchas Unidas Argentinas y la gestión de Mauricio Macri como presidente de Boca reviven la sensación de que se oculta debajo de la alfombra la mugre de la connivencia política.
Mientras tanto, y como dice Rafael Di Zeo en La Doce, ésta es “herencia, herencia, herencia”. Donde deja de haber un jefe lo reemplaza otro. Pero la banda delictiva queda y su matriz criminal también. Esa fórmula del legado habría que extenderla al estudio de quienes les hacen favores políticos a los Di Zeo. O a los que son como él. Varios pasaron por ministerios e incluso llegaron a la Presidencia de la Nación.
Hay que tener legitimidad para hablar de la seguridad y cómo brindarla. La organización Salvemos al Fútbol cuenta 312 muertes en ocasión de un partido cualquiera. En un estadio, sus adyacencias o incluso más lejos. “No queremos a los violentos en las canchas”, dice Bullrich. Habría que recordarle que pueden encontrarse en otro tipo de escenarios. Detrás de un escritorio, por ejemplo. Los artífices de las barras no se suben a un paravalanchas ni andan con la camiseta puesta. Sería un nuevo paradigma que empiecen a identificarlos a ellos.
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