Sáb 15.10.2016

DEPORTES  › OPINION

Diego Bonadeo

› Por Juan José Panno

Se fue Diego Bonadeo. Es una noticia muy triste. Recuerdo una hermosa noche de asado y divertidas anécdotas en su casa, con Jorge Valdano y otros amigos.

Recuerdo una tarde, en una quinta de General Rodríguez, que alquilábamos con algunos amigos. Le dimos una hoja para que anotara los nombres de todos los tipos que no se bancaba en este oficio y se prestó gustoso al juego, en el que por supuesto exageraba: no le alcanzó la hoja.

Recuerdo comentarios afectuosos míos por cosas que escribió él y comentarios afectuosos de él por cosas que escribí.

Recuerdo su programa en Radio Belgrado, que hizo historia. También el programa de TV, Fútbol Pohibido, que hizo con el Ruso Verea.

Recuerdo que laburamos codo a codo por un museo del fútbol argentino que quedó en proyecto.

Recuerdo una pelea por cuestiones políticas, en una cena de fin de año, en un restaurante, con la banda de Página/12 –diario del que era columnista– en la que debí espadear a dos manos con él y con la Negra Susana Viau.

Recuerdo que una vez le corté una nota, por razones de espacio, y se enojó fiero. “¿Te crees que soy un alumno de TEA?”, me dijo. Y no quiso escuchar mis explicaciones.

Recuerdo sus saludos cariñosos en encuentros fugaces, tiempo después.

Recuerdo sus comentarios tan lapidarios como frontales con tipos que despreciaba. Todo lo decía de frente.

Teníamos algunos desacuerdos políticos y grandes acuerdos futbolísticos: defendimos siempre la idea del juego.

Era ocurrente, talentoso, culto, era un querido cabrón, lo voy a recordar siempre con mucho cariño.

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