DEPORTES
› LA RELACION OCULTA ENTRE LA POLITICA Y LA BARRA BRAVA DE ALMIRANTE BROWN
Brown, donde manda el régimen de la patota
El club de Isidro Casanova vive una situación surrealista: un presidente, ex senador provincial, que se perpetúa en el poder gracias a los favores de “sus” muchachos, dirigentes que son miembros de grupos violentos y amenazas a todo aquel que se oponga.
› Por Gustavo Veiga
La política de la patota goza de buena salud en Almirante Brown, el popular club ubicado en La Matanza, el distrito más extenso y poblado del Gran Buenos Aires. Hugo Fernández, su presidente y ex senador bonaerense, se perpetúa en el cargo gracias a los buenos servicios de sus muchachos, tan reciclados como él. De fervorosos teloneros menemistas, todos mutaron a devotos partidarios del gobierno actual: “Compañero Kirchner, pegue duro”, reza la bandera con que el equipo puntero de la B Metropolitana salió a jugar ayer contra Platense. En la comisión directiva, algunos miembros de la barra brava o ex integrantes de ésta se reparten cargos que ya fueron impugnados en la Dirección Provincial de Personas Jurídicas. Son los mismos personajes que, mientras tanto, amedrentan a opositores molestos o a ciertos periodistas que investigaron su modus operandi. La utilización con fines inconfesables de un club que se encuentra en convocatoria de acreedores tiene sus explicaciones económicas y políticas: el dinero que aporta un bingo de la zona, a razón de varios miles de pesos por mes y, como diría el fallecido periodista Dante Panzeri, que la institución se ha convertido en “la versión modernizada del antiguo comité de los adoctrinamientos electorales”.
Acusado de ser un “presidente de facto”, Fernández tomó el club por la fuerza en dos oportunidades. La primera data de octubre del ‘95, cuando era secretario de Obras Públicas de La Matanza y un militante peronista que respondía a Alberto Pierri. Para entonces, el actual presidente de Almirante Brown ya había transitado por distintos cargos del escalafón político (concejal, subsecretario de Planeamiento municipal y hasta jefe de departamento en el Congreso nacional) y, además, había sido procesado por defraudación al Estado durante la gestión del ex intendente Héctor Cozzi.
De aquella incursión extemporánea, el episodio que más se recuerda en el club es cómo Fernández tramitó un subsidio nacional que nunca fue utilizado con el fin que tenía predeterminado. La suma ascendía a 54.949,50 pesos y estaba reservada a financiar, según una resolución de la Secretaría de Desarrollo Social, “la ejecución de los cimientos y la mampostería de elevación de una construcción –destinada al fútbol amateur– a realizarse debajo de una tribuna existente en la Ciudad Deportiva” de Isidro Casanova, donde se levanta el estadio. En los libros del club, el dinero figura ingresado en septiembre del ‘96 y, durante el mismo mes, Fernández retiró 30.000 pesos (primero 10 mil y luego 20 mil) del importe correspondiente al subsidio aduciendo que se le devolvía un préstamo.
El organismo que adjudicó aquella suma exige infructuosamente su devolución desde septiembre de 1999, cuando Fernández inició su segunda gestión con el respaldo inapreciable de la barra, que volvió a copar una asamblea de socios.
Fuerza Aurinegra reciclada
El jueves 20 de marzo del año pasado, a las 20.20, Carlos Menem llegaba a la cancha de Almirante Brown a bordo de una camioneta importada. La línea política del Frente por la Lealtad, que lideraba Alberto Kohan, había organizado el acto de campaña apoyándose, básicamente, en los militantes y/o barrabravas que respondían al por entonces senador provincial Fernández. Allí estaban, junto a los anfitriones, dos viejos conocidos de la comparsa menemista que habían tenido injerencia en clubes de fútbol durante el pasado: el ex locutor intendente Juan Carlos Rousselot en Deportivo Morón y el empresario Daniel Lalín, que mandó a Racing a la quiebra. Hoy, esa tropa que tarareaba el hit “Que vuelva Carlos”, del grupo cuartetero Los Zarza, ha cambiado súbitamente de simpatías políticas.
En los partidos que Almirante ha jugado como local por el actual torneo de la B que lidera con comodidad, la barra no ahorró demostraciones de respaldo al presidente de la Nación. Colgó una bandera sobre uno de los alambrados de la tribuna local con la inscripción “Compañero Kirchner, pegue duro. Club Almirante Brown” y hasta el equipo salió al campo de juego con otra similar, que pudo apreciarse muy bien durante la transmisión televisiva del encuentro con Platense y que ilustra esta nota.
¿A qué razón se deberá esta metamorfosis de la “Fuerza Aurinegra”? No está claro. Ese es el nombre de la lista que conduce al club, pese a que las elecciones en que debería haber convalidado su mandato se postergaron en dos oportunidades, en septiembre y diciembre de 2003. Fernández, alejado de Alberto Pierri y descartado como aliado de la política hasta por el comisario Luis Patti, cuando sacó 8 mil votos sobre un padrón de casi 800 mil electores que tiene La Matanza, encontró refugio en el club. Y, sobre todo, tras la desazón de diciembre del año pasado, cuando venció su mandato como senador bonaerense, banca a la que había ingresado por la minoría del PJ.
Al cuestionado presidente, un hombre de armas llevar, lo acompañan en la conducción de Brown ex líderes de la barra como el vicepresidente 2, Jorge Adrián Lampa, y el secretario general, Daniel Alberto Charubi, alias “Turco” y, también, quienes continúan en el grupo más violento de la hinchada, como el revisor de cuentas titular, Sandro Cabral, y el vocal suplente Ernesto Chazarreta, alias “Lagarto”. Todos ellos figuran en la lista que pretende convalidarse como conducción del club, pese a las reiteradas denuncias de que los padrones fueron inflados para los dos comicios suspendidos a fines del año pasado.
Los opositores a Fernández y su grupo sostienen que la institución ha tenido una media histórica de 800 socios, pero en los registros aparecieron en condiciones de votar 1759 personas, de las que, en primera instancia, se podó medio millar. Es más, hay quienes creen que integrantes de la agrupación “Evita Inmortal”, que responde al presidente del club, se habrían mimetizado entre los asociados genuinos. De ahí las denuncias presentadas en Personas Jurídicas de La Plata y una posterior inspección que este organismo del Estado bonaerense llevó a cabo en Isidro Casanova.
Ataques en cadena
Los socios que se enfrentan a la patota de Fernández se nuclean en el Frente de la Unidad y tienen como máximo referente a Juan Antonio Echeverría, primo de la conocida conductora televisiva Pinky, ex candidata a intendente de La Matanza. El 13 de febrero pasado, este comerciante de 59 años denunció en una fiscalía correccional de ese distrito que, el día anterior, mientras se encontraba en su domicilio, recibió un llamado a su celular desde el número 4486-9719 en el que le decían: “No te presentes como candidato a la presidencia del club porque te vamos a hacer desaparecer o te vamos a hacer boleta a un hijo...”, a lo que agregaron que otro tanto ocurriría con alguno de sus empleados o amigos del bar Carreto.
A esta amenaza anónima hay que agregarle otro tipo de intimidaciones, como las que recibió el periodista Oscar Alejandro Enrique, de la AM 570, Radio del Centro, quien había realizado un informe sobre los padrones del club. En este caso, se ocupó en persona Fernández. El colega denunció que el 11 de diciembre de 2003, en horas del mediodía, el ex senador provincial lo injurió en el estudio de la emisora y, al día siguiente, hizo lo mismo pero por teléfono. Las tribulaciones de Enrique continuaron con insultos que le propinaron sujetos que pertenecerían a la barra brava durante un partido que en el que Brown se midió con Temperley y durante una cena que se sirvió en un restaurante de San Justo.
Sin embargo, ni siquiera los más violentos integrantes de la barra, ni el propio Fernández, han sido denunciados tantas veces por amenazas como Jorge Lampa, el vicepresidente del club. Este dirigente, un hombre corpulento y de carácter irascible, a quien lo sindican como ex líder de la barra, tiene por lo menos tres denuncias en su contra a las que tuvo acceso Página/12.
La primera data del 27 de febrero de 2002 y se la efectuó el ex presidente del club, Víctor Armando Gil, quien lo acusó de haberle roto los lentes y de amenazas en el interior de un comercio. En julio del año pasado, lo denunció Francisco Argento, candidato a secretario general de la oposición, en la seccional 1ª de San Justo por un golpe de puño en la cara y la frase de que lo haría “picadillo de carne”. Por último, Celso Gabriel Santana, otro hincha de Brown, llevó la peor parte el 16 de febrero pasado. Denunció penalmente a Lampa por agresiones a trompadas y puntapiés que le provocaron golpes en los antebrazos y la espalda. El ataque se perpetró en la sede del club, cuando Santana se encontraba allí dialogando con el Turco Charubi.
Lo insólito es que Lampa es uno de los representantes de la Primera B ante el Consejo de Seguridad Deportiva, que se reúne todos los lunes para analizar –con voz, pero sin voto– las medidas preventivas que se adoptan en los estadios de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Pero más curioso resulta que salió del anonimato denunciando a los violentos de Almirante hace ya un tiempo. “Algunos jefes de nuestra barra trabajaban en el centro de Isidro Casanova. Vendían compact discs en la calle con el guiño de la policía, que a cambio les pedía una comisión del 10 por ciento. Luego, cuando se encontraban en la cancha, ya se conocían y les dejaban hacer cualquier cosa. Era imposible de manejar eso, pero hace un año los echamos”, declaró en un extenso informe sobre el negocio de la violencia en el fútbol publicado por el diario Los Andes de Mendoza, el 26 de abril de 2003.
El caso de Almirante Brown permite demostrar cómo, una vez más, la política y el fútbol van de la mano. Con la necesaria aclaración de que, al deporte más popular entre los argentinos lo utilizan ciertos personajes, lo que no significa que por ello sea culpable.
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