DEPORTES
› CRONICA DE UNA TARDE EN LA QUE, AL FIN, NO PASO NADA
Violentos, de feriado futbolístico
› Por Gustavo Veiga
No, no era una imagen de Estado de sitio, la película de Costa Gavras que marcó un hito del cine político en los años ’70. Se trataba de San Martín, en el Gran Buenos Aires, a las tres de la tarde de un día desapacible y gobernado por una lluvia molesta. La policía estaba en todas partes, con escudos, palos, armas de distinto calibre, perros, sistemas de detección de alcohol y hasta para analizar huellas dactilares. Su sola presencia disuadía de poner en práctica cualquier estratagema violenta, aunque no hacía falta. Los violentos se habían tomado un feriado futbolístico.
El temporal y su furia hicieron más desproporcionada aún la situación. “Está en juego el prestigio de la policía”, le había anticipado a este cronista una fuente del Comité de Seguridad, el día anterior. ¿Cuál prestigio? ¿El de la mejor policía del mundo, según la adulterada definición de Eduardo Duhalde? El agua anticipaba la gripe y apagaba el espíritu más irascible. Los hinchas estaban en otra sintonía, acaso más preocupados por las condiciones en que volverían a casa, más mojados que secos.
Los cantitos del desprecio, inclusive, hasta rellenaron el clásico folklore tribunero sin agravios pasibles de multas. “Oh, siempre llegan tarde, los bosteros son cobardes...”, cantaban los de Chacarita. “Para ser funebrero se necesita, una gorra y un pito... y un patrullero”, respondían los de Boca. Mientras tanto, la cúpula del operativo sonreía como anticipando una desconcentración tranquila, a un puñado de pasos del alambrado. Y unos metros más arriba, con el rostro adusto, Luis Barrionuevo asistía a otro anticipo, el de un descenso (más político que deportivo) que cada vez llama con más insistencia a su puerta.
El parte policial del partido arrojó un saldo de seis detenidos. Pocos, si se comparan con las casi 100 páginas del organigrama que demandó la organización del operativo. Chacarita se hizo cargo de 850 efectivos, la mayoría integrantes de la guardia de Infantería, por si las moscas. Para los especialistas, esta distribución de hombres y de recursos acaso haya significado una pinturita. No hubo que lamentar víctimas (si no se cuentan los engripados), ni emboscadas ni males diversos. Sin embargo, ése es el árbol que no debe impedirnos ver el bosque. Algún día, que se antoja lejano, sería hermoso comprobar que ir a la cancha no significa ir a la guerra.