Dom 27.06.2004

DEPORTES  › PERFIL DE CARLOS ALBERTO LACOSTE, TITULAR DEL EAM ’78

La cara siniestra del fútbol

La historia del marino muerto, que ocupó varios cargos en la dictadura, pero que en ninguno tuvo tanto poder como en el deporte.

› Por Gustavo Veiga

“El hito histórico no es el Mundial ni el fútbol. El hito histórico es que pasamos de perdedores a ganadores. No en fútbol, en todo”.
Carlos Alberto Lacoste


El gesto altivo y la pose de marino sedicioso que lo caracterizaban se habían ajado con el paso del tiempo. Ya setentón, sólo conservaba su aspecto rollizo –que hacía juego con su apodo de juventud, “el Gordo”– y un pasado tan siniestro como la dictadura militar que lo había entronizado en puestos clave: Presidente provisional de la Nación, ministro de Acción Social, titular del Banco Hipotecario y de la Secretaría de Vivienda. Pero en ninguna de esas funciones, ni siquiera en los once días que condujo al país durante diciembre de 1981, Carlos Alberto Lacoste acumularía tanto poder como en el fútbol.
Fue la cara del régimen en nuestro deporte masivo, controló al Ente Autárquico Mundial ’78 (EAM ’78) y, por añadidura, todo lo relativo al campeonato que se jugó ese año mientras desaparecían miles de argentinos. Su mando, incluso, no decreció ni siquiera en democracia. Conservó la vicepresidencia de la FIFA hasta que Julio Grondona lo reemplazó en ese cargo cuando gobernaba Raúl Alfonsín. Con la muerte del vicealmirante, hombre de Emilio Massera y de José López Rega también, parecería que concluye la historia política más sombría del fútbol nacional, aunque en realidad es al revés: simbolizó una etapa sobre la que aún resta investigarse y escribirse demasiado.
Lacoste había nacido el 2 de febrero de 1929 en el barrio de Belgrano, donde solía vérselo caminar sin contratiempos por sus calles. Cierta vez, este periodista notó su presencia cuando esperaba para ingresar al cine a una cuadra de Cabildo y Juramento. Por entonces, otros militares como él ya vivían cada tanto esporádicas temporadas tras las rejas. Pero a él, la gente no lo reconocía y ése era su mejor salvoconducto para pasar inadvertido.
Integrante de la promoción 77 de la Armada, había participado en el golpe de 1955 y, a partir de 1961, se instaló seis años en los Estados Unidos para realizar cursos en administración y armamentos. Era primo de Raquel Hartridge de Videla y también primo político de Leopoldo Galtieri. Esos vínculos familiares explican en parte, sólo en parte, su carrera como funcionario de la última dictadura.
En octubre de 1974 y como capitán de navío, se sumó a la comisión formada en el Ministerio de Bienestar Social para tratar de organizar el Mundial ’78. Representaba a la Marina en ese ámbito donde convergían el comisario Domingo Tesone, quien años después sería presidente de Argentinos Juniors; Paulino Niembro, el sindicalista y dirigente de Nueva Chicago que concurría en representación de la AFA, y hasta el mismísimo Lorenzo Miguel, por las 62 Organizaciones, entre otros. Lacoste estaba allí gracias a la influencia de su superior, el por entonces vicealmirante Massera y a la venia de López Rega.
Consumado el golpe de 1976, el marino se convirtió en un sujeto omnipresente dentro del fútbol argentino. Y, sobre todo, después de que lo asesinaron al general Omar Actis, designado para encabezar el EAM ’78. Este militar, quien había sido jugador de la tercera de River en la década del ’40, resultó cosido a balazos el 19 de agosto del ’76, el mismo día en que se aprestaba a dar su primera conferencia de prensa como el hombre clave del Mundial. El episodio ocurrido en Wilde se le atribuyó a la guerrilla, pero las inútiles pruebas que se recogieron allí llevaban otra marca, más relacionadas con el ancla de los uniformes que lucían las patotas armadas por Massera.
Lacoste no perdió el tiempo. Ni siquiera concurrió al velatorio de Actis, a quien secundaba en el EAM ’78. Desde ese momento comenzó a manejar a su antojo la organización del Mundial, pese a que el Ejército reemplazó al uniformado muerto con el general Antonio Merlo. Una de las primeras medidas que le simplificó su tarea fue el decreto 1261 de abril del ’77. Permitía que el ente a su cargo mantuviera “reserva en la difusión de sus actos”.
El vicealmirante se movió a sus anchas en la AFA, donde colocó a su amigo, el abogado Alfredo Cantilo, y también respaldó la candidatura de su sucesor, Julio Grondona, quien continúa en la presidencia hasta hoy. “No sé si él tenía peso, pero en la AFA no se metió jamás. No se le permitió hacerlo”, dijo hace unos años Cantilo, sin convencer. La dictadura, a diferencia de otros gobiernos de facto como los de 1955 y 1966, no intervino a la AFA. No hacía falta. Ni siquiera le importaba lo que determinara la FIFA que, en teoría, no acepta la intromisión de los Estados sobre sus países afiliados. Lacoste controlaba todo desde el EAM ’78.
El Mundial le salió a la Argentina unos 517 millones de dólares, 400 más que los pagados por España en la siguiente edición de 1982. Y jamás se presentó un balance, de lo que Lacoste se jactaba. Según él, las cuentas de ese megaevento constaban en apenas siete carillas que no valían la pena difundirse. El periodista Aldo Proietto, a cargo de las informaciones oficiales en el EAM ’78, quizá recuerde esta anécdota que su jefe solía repetir ante la prensa.
Sea como fuere, la FIFA premió al vicealmirante como miembro del Comité que organizaría el Mundial de España, aunque se topó con una traba formal. No integraba la comisión directiva de ningún club ni cumplía funciones en la AFA. Sólo era un confeso hincha de River, esa especie de patio trasero para él, donde se sentía con derecho a hacer de todo: desde serrucharle el piso a un ídolo como Angel Labruna para reemplazarlo por Alfredo Di Stéfano, hasta presionar a Ubaldo Fillol para que renovara su contrato por la suma que los dirigentes le ofrecían.
Su amigo Joao Havelange, sin embargo, le encontró la vuelta a aquel problema. Y entonces, Lacoste reemplazó en la vicepresidencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF) al fallecido Santiago Leyden, con lo que se le abrieron las puertas de la FIFA. El 7 de julio de 1980 lo designaron como vice de la entidad, donde llegó a ocupar seis cargos. Su ambición de poder no le permitió cumplir siquiera, lo que había prometido durante una entrevista que le formularon apenas terminado el Mundial ’78.
“Cuando termine la liquidación del EAM vuelvo a mi arma, que es mi familia, y junto a mi familia.”

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