DEPORTES
› OPINION
Tan viejo como el fútbol
› Por Pablo Vignone
La historia se repite más o menos así en los clubes argentinos. Llega un técnico nuevo, sonrisas, proyecto, futbolistas que se incorporan, pretemporada, rodaje, los amistosos, la competencia. La ilusión de los hinchas que alientan sin parar. Se empata, se gana, se pierde. Los elogios en las radios, los titulares radiantes en los medios. Se empata, se pierde. Los primeros signos de desconfianza. Entre los dirigentes y el técnico, entre el técnico y los jugadores, entre los jugadores y los fanáticos. Se pierde. Se vuelve a perder. ya no hay elogios, sino denuncia de crisis. La bronca de los hinchas que putean sin parar. Las reuniones entre el técnico y los dirigentes. Y entonces, la bifurcación:
1. El técnico sabe –y lo declama– que depende de los resultados, y entiende –y lo declara– que lo mejor para el club es dar un paso al costado. No cobrará todo el contrato, pero ya sabe cómo son estas cosas. El club no lo despide, así que no pagará un centavo más, y a los dos días anuncia la llegada de un técnico nuevo, sonrisas, proyecto...
2. El técnico sabe que depende de los resultados, pero no quiere rendirse ante la corriente. Ni renunciar. El club no lo despide, así que no pagará un centavo más, y la situación se embarca en una impasse. Hasta que entran en escena los barrabravas. Entran sin que se sepa cómo en las instalaciones. Antes hablaban con los jugadores; ahora les exigen explicaciones, poner más huevos, ganar el domingo (y otros bienes en metálico). El técnico siente que el clima se enrarece, comprueba que no puede desarrollar su trabajo con tranquilidad... y entiende que lo mejor para él (y de paso para el club) es dar un paso al costado.
Menos de 24 horas después de que Blanquiceleste S.A. ratificara su confianza a Ubaldo Fillol, los barrabravas aparecieron en escena. Se cuenta que están enfrentados con los dirigentes, que no reciben entradas. Los directivos tienen en sus manos, entonces, la gran oportunidad para demostrar que respetan el proyecto del técnico en que confiaron, que defienden a sus empleados –los jugadores– como corresponde y que encarnan de manera cabal el papel que les toca cumplir en una poco feliz coyuntura. Para que esta vez no haya sospechas de que la industria del apriete cuenta con guiño oficial.