Mié 06.10.2004

DEPORTES  › OPINION

¿Arqueros o jugadores?

› Por Diego Bonadeo

Dicen los que entienden más que uno que quizás el motivo fundamental por el que, entre muchas otras cosas, el fútbol es “sabio” se da por la ininterrumpida continuidad de sus reglas básicas y que la última modificación sustancial se dio con la incorporación de la ley del fuera de juego, de lo que quizá ninguno de quienes vivimos por estos tiempos tenemos memoria. Aunque todavía hoy, como es sabido, en el potrero no hay “orsai”.
Pero vale separar lo que está estrictamente vinculado con las penalizaciones –la incorporación de las tarjetas amarillas y rojas, por ejemplo– de lo que tiene que ver con el juego. En esta cuestión, quizá lo más importante esté vinculado con los arqueros y, por una parte, con el impedimento a tocar la pelota con las manos, si recibe un pase con los pies, y por el otro, con la abolición de tener que hacer botar la pelota en vez de poder caminar o correr con ella.
Por estas horas, uno de los temas que se vinculan con el flamante cuerpo técnico de la Selección es el de la designación de un “entrenador de arqueros” y, dada la situación compleja por la que pasa Ubaldo Fillol como técnico de Racing –cinco partidos perdidos y uno empatado en los últimos seis jugados– y sus antecedentes en la Selección Argentina, no solamente como arquero campeón del mundo sino también más recientemente como asesor para el puesto durante la gestión de Marcelo Bielsa, parece ser uno de los candidatos.
Independientemente de la situación de Fillol en Racing, es cuestión de plantearse el perfil del arquero que se pretende para el equipo nacional. Es que hay una línea gruesa –o acaso no tan gruesa– que separa a los arqueros “atajadores” de los arqueros “jugadores”. Bien diferentes fueron en su momento Amadeo Carrizo respecto de Antonio Roma, Hugo Gatti del propio Fillol, Burgos de Roa. Por estos tiempos, y atendiendo especialmente a valorar la posesión de la pelota, Navarro Montoya, Abbondanzieri (y en ciernes Constanzo) forman parte, entre otros varios, de los que, desde el fondo, propician en su condición de arqueros “jugadores” más que de “atajadores”, la habilitación más precisa posible al compañero, ya mejor dotado, ya mejor ubicado, en vez del “alto, fuerte y lejos” que pasa por sacarse el compromiso de encima y no por comprometerse con el juego.
También para elegir un entrenador de arqueros sería conducente pensar a qué y cómo se quiere jugar.

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