DEPORTES
› OPINION
La armonía invisible
› Por Facundo Martínez
La Selección de Pekerman es un equipo que comienza y no se le debe exigir que confirme frente a los chilenos lo que hizo ante los uruguayos; eso sería de necios y exitistas. Sí, en cambio, que se afirme en sus convicciones, en la orientación y el sentido de su juego, que no renuncie a la gracia, a esa inteligencia que les permite a sus jugadores hacer brotar sus genialidades como rizomas en cualquier sitio del terreno, y desde ahí ir al gol por alguno de los infinitos caminos que se abren o iluminan con un abrir y cerrar de ojos, con la mirada. Ese es el golpecito de timón que necesitaba la Selección y que, sin dudas, aprovechará en el futuro, en las eliminatorias y en el Mundial.
Tomar el camino de las repentizaciones, de las improvisaciones, antes que el de las repeticiones, de las representaciones, es una decisión de Pekerman que hay que festejar con bombos y platillos. Porque más allá de la victoria la idea global que conquistó a los hinchas es la de –¡por fin!– jugarse en la Selección mayor por un fútbol si se quiere infantil, que brille en su inocencia, en su simpleza, en su belleza, en su imperfecta armonía. Después, sobre esta base, que juegue un jugador u otro no debería importar tanto.
Si Mascherano le puede aportar más quite al equipo que el que le da Cambiasso, si Tevez tiene que tener alguna prioridad sobre Figueroa o si D’Alessandro debería desplazar al intermitente Riquelme, encima justo ahora que está encendido, parecen cuestiones demasiado finas para este momento del equipo, pura especulación de sabelotodos. Y no se trata de una cuestión que no hay que atender, sino de algo que hay que saber hacer a tiempo, cuando llegue su momento.
“Equipo que gana, no se toca”, reza el dicho popular, que responde desde los tiempos de los tiempos a la célula madre de nuestro fútbol. Y por más que en los últimos años haya sido mancillada hasta el hartazgo, Pekerman tiene enfrente una gran oportunidad para poner a prueba esa verdad de evidencia inmediata; después sí podrá evaluar tranquilo lo que vio ante Uruguay y lo que pidió corregir frente a Chile. El equilibrio puede ser cuestión de ajustes, pero, como decían los sabios griegos, la armonía invisible es mejor que la armonía visible.