DEPORTES
› OPINION
Los sofistas y el fútbol
› Por Diego Bonadeo
Promediando –fulero tiempo de verbo el gerundio, en especial para empezar una columna o para titular una nota, piensan y dicen los lingüistas de paladar negro– y algo más, el desarrollo del Apertura 2004, difícil era imaginarse meses atrás, cuando terminaba el receso, tanta mediocridad. Tanto más de lo mismo.
Al mismo tiempo podrá decirse y no sin razón, aunque recurriendo a los lugares comunes de siempre, que los partidos hay que jugarlos, que son once contra once y un sinfín de obviedades más, como para disimular tanta opacidad, tanta ordinariez. Por otra parte, por lo menos por ahora, parece ir desvirtuándose aquello de que quienes no son ni River ni Boca, tan sólo juegan por el tercer lugar o por mojar en alguna copa. Lo que por otra parte permite lucubraciones tacticistas, como las que ya comenzaron a echarse rodar respecto de la decisiva importancia de directores técnicos estudiosos o pícaros a cargo de planteles más o menos modestos, respecto de la incidencia de futbolistas que, o están alejados de su mejor nivel o simplemente no son todo lo que sus carteles o remuneraciones suponen.
En el caso de Boca, el argumento es que Brindisi no es Bianchi. En el de River, dada la continuidad de Astrada, responsable del equipo que ganó el torneo anterior y con individualidades reconocidas, se hace un paralelo con los fracasos recientes de Real Madrid, salvando distancias y hemisferios. Y como Vélez y Newell’s aparecen en los primeros lugares se deja entrever que Fanesi y Gallego son protagonistas excluyentes de los éxitos. También el fútbol, con su proverbial generosidad, permite la sanata de los sofistas.