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› LOS TECNICOS EXPLICAN COMO CAMBIAR EL FUTBOL ARGENTINO
Nunca hay que apurar a los pibes
En esta serie de notas exclusivas de Página/12, le toca el turno a Carlos Griguol, quien asegura que es necesario “respetar los tiempos de formación” de cada futbolista “y volver a realizar un trabajo serio en las divisiones inferiores de cada club”.
Por Carlos Griguol
Uno de los problemas más grandes que el fútbol argentino tiene en la actualidad es la impaciencia. Todo debe ser urgente, rápido, inmediato. No se respetan los tiempos. Los entrenadores no llegan a desarrollar una idea de juego con sus dirigidos porque la urgencia de los resultados hace que todo el esfuerzo deba sacrificarse en función de un resultado, que normalmente debe llegar de forma mágica, como si detrás de todo un triunfo no hubiese un proceso para alcanzarlo.
Pero una de las cosas más preocupantes que suceden en nuestro fútbol es que estamos apurando los tiempos de formación de las jóvenes generaciones de futbolistas que van surgiendo. Basta que un chico haga tres goles en un partido de Quinta para que un montón de gente comienza a presionar con que se lo suba a Primera. El chico aparece ahí, salteándose etapas y enfrentando las exigencias de un montón de tipos que lo único que esperan de él es que rinda lo imposible en aras de conseguir un resultado.
Los hinchas le piden que sea un crack y los dirigentes quieren venderlo y cubrir con un ingreso económico los desaguisados que perpetran. Creo que ésa es una de las causas de todo lo que vemos en los campeonatos del fútbol argentino: se venden jugadores para sobrevivir, para tapar agujeros o con el propósito de que tres o cuatro vivos terminen haciendo un buen negocio. Antes de debutar en Primera un jugador debiera estar, por lo menos, preparado para desempeñarse en tres puestos distintos. Si esto no se respeta, después nadie tendría derecho a quejarse.
Para muestra de todo esto que digo, basta con ver lo que sucedió en Independiente. Los hinchas estaban enojados con Bertoni y los jugadores por la campaña que hizo. Terminaron empujando al entrenador a la renuncia.
¿Pero alguien tienen derecho a criticar el trabajo de alguien que asumió de apuro ante la muerte de su antecesor? ¿Qué se puede decir de todos los jugadores jóvenes como Abraham, Lorefice, Charles o Fabro, que tuvieron que debutar de apuro para cubrir los puestos donde el club no se había reforzado? Después de episodios como ése, no hay lugar para ir a la cancha e insultar al equipo. La culpa la tienen los que permitieron que el club llegara a la situación actual.
Mucha gente se queja hoy del nivel de los campeonatos sin analizar que son una consecuencia de lo mal que se están haciendo las cosas en los clubes. Lo que importa es no perder, porque a los técnicos los echan y a los directivos los insultan, y así se ven los partidos.
Algunos hoy dicen que el Apertura fue un torneo mediocre porque hubo muchos equipos chicos en la pelea por el título. Yo digo que eso no tiene nada que ver, y para demostrarlo propongo un ejercicio de memoria. En el año 1984, cuando yo todavía era entrenador de Ferro, tuvimos que pelear palmo a palmo un campeonato con Estudiantes y Argentinos que se definió en la última fecha y que finalmente ganó el equipo de Yudica. Pero ése fue un muy buen campeonato, de dos ruedas y con jugadores que tenían verdadero nivel de selección, como Pasculli, Acosta, Batista, Trobbiani, Sabella, Ponce y algunos más, que incluso lo demostraron dos años después cuando viajaron a México para disputar el Mundial. Todos esos talentosos futbolistas se formaron en otro contexto, sin tantas urgencias y respetando todos los pasos que necesita un profesional para poder realizarse.
Lamentablemente, en la actualidad estamos lejos de eso. La Selección Argentina se arma con los jugadores que están afuera y, si se convoca a alguno que actúa en el medio local, enseguida se va afuera. Así es como se reproduce la lógica que antes mencionaba. La única que nos queda para romper todo este círculo vicioso es volver a realizar un trabajo serio en las divisiones inferiores de cada club y respetar los tiempos de formación de cada jugador. No queda otra si queremos salvar el fútbol argentino.