Vie 28.01.2005

DEPORTES

Después de Riquelme y Saviola, Maxi López ya es estrella en el Barcelona

El jugador se hizo ayer la revisión física en el club; el médico dijo que es un portento físico y hoy lo presentan.

Por Carlos Ares*

“¿Maxi López al Barcelona?” Todos se miran extrañados en la Argentina. Es probable que ya haya llegado la hora del retiro para los viejos aficionados educados en otra mirada sobre el juego del fútbol porque hay decisiones de los jóvenes entrenadores o directivos de clubes importantes que no se alcanzan a comprender. El Barça desprecia a Riquelme, cede a Saviola al Mónaco –tras meter casi cincuenta goles en los peores momentos del equipo– y paga ahora más de seis millones de euros por Maximiliano Gastón López, un delantero de 20 años que convirtió sólo cinco tantos en el último torneo argentino.
Los directivos de River habían anunciado la venta de López, “sin intermediarios”, al Benfica, pero el día en que iba a firmarse el contrato “llegó un fax del Barcelona” que fue considerado a petición del jugador, “porque Maxi quiere ir a España”. El pase se hizo, supuestamente, en unos 6.200.000 euros, pero no se conoce aún el monto final que resultará del pago de comisiones y derechos. La venta de López estaba atada en principio a las de Lucho González al Oporto y Mascherano al Corinthians. El iraní residente en Londres Kia Joorabchian, socio de inversores rusos en la empresa Sport Media Investiments (MSI) con sede en un paraíso fiscal del Caribe, había hecho una oferta a River de 27 millones de dólares por los tres jugadores.
Hace ya más de treinta años el Pulpa Washington Etchamendi, mítico entrenador uruguayo, advertía: “En el mundo están escaseando dos cosas: democracia y punteros izquierdos”. Después faltaron los extremos derechos y por último los centrodelanteros que rompían las defensas. Con Batistuta, Vieri, Crespo, inclusive Ronaldo y algún inglés que será el último en desaparecer, se extinguirá esa raza de jugadores a los que se los llamaba arietes. Las tácticas cambiaron como consecuencia de la evolución en la preparación física, que adaptó a los jugadores para la alta competencia y extendió los límites de velocidad. La altura y el buen cuerpo siguen siendo un valor agregado, pero hoy gustan más los estilizados, ligeros, de toque fino como Eto’o.
Si fuera posible imaginarse a Maxi, o Gastón, como le llaman en casa, leyendo o escuchando las dudas alrededor de sus méritos para ser transferido a un club como el Barça, se le vería sonriendo de costado, disfrutando por anticipado lo que calcula será su venganza. Al fin de cuentas ésa ha sido hasta ahora la constante para él: luchar contra el destino que los demás le anticipan, embestir contra la dura realidad. Tampoco lo tenían en cuenta en las divisiones inferiores de River. Entraba y salía. Lo consideraban por el físico –un metro ochenta y nueve de altura, el cuerpo, la voluntad, el peso, 87 kilos–, pero no por las condiciones técnicas. Pero allí estaba él. Y llegó. Lo convocaron a la Sub-17 de Argentina y convirtió el gol de la victoria contra Brasil en un torneo panamericano y esperó su turno en el banco para la Primera de River con la número 7 que usaba Saviola. Entró en un Boca-River el año pasado a los nueve minutos de juego por la lesión de Salas y fue la figura luchando solo contra toda la defensa de Boca. Fue campeón del Clausura con River.
Tampoco lo tuvo en cuenta la vida, cuando se llevó a Ricardo, su padre, siendo todavía un chico y la familia quedó herida y sin recursos. Maxi nació y se crió en el barrio de Palermo, cercano al estadio de River. Tiene dos hermanos más pequeños, Jonathan y Ezequiel, y una hermana, Marcela, “muy bostera, veneno, veneno de Boca”. Ahora que puede darse los gustos, aprecia los buenos autos, la ropa de diseño y la música electrónica. Con el pelo largo, rubio, de ojos azules, al rey león se le da muy bien también la relación con las hinchas, que lo llaman bombón. El pasado año llegó tarde al entrenamiento de la mañana y Leonardo Astrada lo mandó de vuelta a casa y lo borró de la lista de convocados para la Libertadores. El pibe admitió su error y la madre, Mary, le dio una lección que nunca olvidará: “Tuvimos una conversación de madre a hijo, je,je, y te aseguro que aprendí, no me equivoco más”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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