DEPORTES
› LOS SECRETOS DEL VELEZ CAMPEON 2005
Un club que anda sobre rieles
Lo cuenta el presidente Gámez: “Estamos ordenados, tenemos futuro, nos encontramos cada vez más cerca de los otros grandes”.
› Por Gustavo Veiga
A Vélez hay que reconocerle la coherencia. Es un club hecho de una sola pieza, donde el fútbol domina, sí, pero otras actividades no ocupan el lugar de los trastos viejos. Ni siquiera el saber, que ya muy bien representado está en su instituto homónimo. Vélez, el campeón que se enorgullece de ser una asociación civil, el Vélez de los chicos surgidos del semillero es, para las carencias que todavía se viven en la Argentina, una institución señera.
En Liniers, un barrio de clase media que se funde con el Gran Buenos Aires, el sexto título depara felicidad con valor agregado. Por sus socios, que suman 30 mil, sus casi cincuenta actividades deportivas, sociales y culturales, y una historia de compromiso que ha tenido pocos altibajos.
No sorprende que la nueva vuelta olímpica haya sido protagonizada por una camada de jóvenes que parece una estudiantina. Porque ya pasó con aquel Vélez de las grandes figuras como José Luis Chilavert y campeón de todo con Carlos Bianchi. Allí estaban Bassedas, Asad, Flores, Gómez, Cardozo, Pompei y Almandoz, todos productos genuinos de sus inferiores. Hoy es el turno de Castromán, Gutiérrez, Cubero, Gracián, Somoza, los hermanos Zárate y la nómina podría seguir hasta completar dos equipos enteros. Los hermanos Pellegrino, Mauricio y Maximiliano amalgaman esas dos generaciones de jugadores. Uno ayer, otro ahora.
“Estamos ordenados, tenemos futuro, nos encontramos en una posición de privilegio, cada vez más cerca de los otros grandes...”, cuenta Raúl Gámez, su presidente, un hombre que salió de la tribuna, y que hasta los años ‘80 lideraba su barra. El mismo que desatendió sus ocupaciones privadas por dedicarse full-time al club de Liniers. Y de quien hace tiempo se comenta que es el dirigente hecho a medida para conducir la AFA cuando Julio Grondona se vaya.
Gámez es el mismo que confronta con Mauricio Macri porque tienen dos concepciones opuestas sobre el deporte, las instituciones y la vida, el que se peleó con intermediarios de renombre, y el que también pregona un proyecto polémico: “Los directivos del fútbol deben cobrar un sueldo”, sostiene.
Pero Vélez está más allá de su figura. Y si al club hay que saludarle su coherencia, también debe afirmarse que su fútbol está en armonía con la estructura que lo sostiene. Y, por supuesto, con un proyecto. Que no es el de rifar patrimonios, endeudarse hasta el infinito o envanecerse con las mieles del éxito, sólo por el afán de generar dinero.
Vélez no es un club anticapitalista por eso, ni se afirma en principios arcaicos. Más bien interpreta de manera moderna el norte que se fijaron sus pioneros, aquellos que lo fundaron un 1º de enero de 1910, el año del centenario y del cometa Halley. Vélez no quiere parecerse a las instituciones que languidecen bajo gerenciamientos mal avenidos o quiebras irresponsables. Si siguiera ese camino, flaco favor le haría a la memoria de José “Pepe” Amalfitani, su emblemático presidente al que le remataron la casa, o a José Feijó, que murió en la miseria.
En Liniers, un título más vale tanto como las obras. O, en todo caso, las afianza, no las opaca. Cuesta hallar ejemplos de clubes con una estatura institucional rectora en el fútbol de estos días. Este Vélez se acerca bastante a un modelo para recortar y guardar.
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