DEPORTES
› EL GRAN MOMENTO DEL TENIS ARGENTINO EN EL CIRCUITO PROFESIONAL
Un fenómeno sin explicación única
Los analistas consultados aseguran que las razones son varias e inclusive hablan de “milagro”. Tampoco creen que el buen momento se prolongue en las próximas camadas de jugadores.
Lo escribió ayer Martín Jaite en este diario: “Resulta impresionante lo que están logrando los chicos, pero es muy difícil encontrarle una explicación porque realmente no la tiene”. Los analistas consultados por Página/12 concuerdan en que el gran momento del tenis argentino no posee una razón última que lo respalde e, inclusive, hablan de “milagro” para pintar la situación actual del tenis argentino. “En los años que tengo cubriendo tenis –dice Guillermo Salatino, comentarista de Fox Sports y La Red– no recuerdo que un país tuviera a cinco tenistas entre los 12 mejores del mundo. Es algo único. Más allá del trabajo y la cantidad de jugadores que pueda llegar a haber en Argentina, esto es un milagro.”
Gonzalo Bonadeo, uno de los especialistas más reconocidos del medio, opina que “en principio no existe un factor común que explique por qué hay tantos buenos tenistas argentinos compitiendo en el mundo, ya que no hay una política deportiva ni mucho menos. Lo que sí hubo –aclara– fue madurez en cuanto a procesos de formación de entrenadores y la aparición de buenos jugadores, tipos de talento formidable que nada tienen que ver con políticas destinadas a formarlos. Hubo azar y aprovechamientos individuales de la calidad de los jugadores”.
Una de las plumas del tenis más prestigiosas en la Argentina, Alfredo Bernardi, se distingue apuntando “dos razones fundamentales” para entender el origen de tan exitosa camada. “Parte de ella es producto del único programa que se intentó realizar en la Argentina desde la aparición de Vilas, la escuela de la Asociación de Tenis, de la que surgieron Guillermo Coria y David Nalbandian –afirma–. El resto se apuntaló gracias a la bonanza económica de los ’90: Gaudio, Chela, Zabaleta, Calleri y Puerta surgieron de esfuerzos personales, créditos y empréstitos que sus padres tomaron para que ellos pudieran seguir compitiendo. Ante la falta de un programa nacional, fueron con sus entrenadores a buscar dinero a ámbitos privados y consiguieron préstamos con la condición de que, una vez insertos en el circuito profesional, los devolverían con intereses.”
El periodista Daniel Corujo, que dirige una revista especializada y escribe en la agencia DyN, coincide en ciertos aspectos con el columnista de La Nación. “Se da una combinación, entre inusual y perfecta, de esfuerzos personales y aciertos de la Asociación de Tenis –asegura–. Los primeros casos son los de Gaudio, Puerta y Cañas; Coria y Nalbandian son dos grandes aciertos de la Asociación de Tenis, por haberle brindado su apoyo casi un lustro atrás.”
Para Salatino, “si bien el tenis es hoy el segundo deporte más practicado del país, no hay una razón que explique el nivel de nuestros jugadores. Por ejemplo, en el resto del mundo dicen que nuestros jugadores ganan porque tienen ‘hambre’ de gloria. Creo que el argentino de por sí es competitivo. Hay miles de factores, pero ninguno explicaría de forma certera y completa por qué hoy Argentina posee esta cantidad impresionante de tenistas en el mejor nivel del mundo”.
Según Bonadeo, “también existe un factor a tener en cuenta: no todos los jugadores son de la misma edad; un par de tenistas empezaron a obtener buenos resultados y a ellos se les fueron sumando otros. Así encontramos a chicos de 27, 23 y hasta 21 años integrando este grupo de jugadores”, aclara el talentoso periodista.
“También debe tenerse en cuenta que Argentina tiene hoy grandes entrenadores que, afortunadamente, han entendido muy bien el juego –señala Corujo–. En el caso puntual de Coria, hoy es entrenado por el español Josep Perlas, pero toda su vida tuvo a profesionales argentinos a su lado y ellos fueron quienes lo formaron”, recuerda.
“No se puede negar la capacidad de estos chicos –admite Bernardi–. Pudieron perfeccionar el talento natural que todos poseían con el dinero que consiguieron para viajar y competir en el ámbito internacional. La crisis económica del 2001 afectó el proyecto, al punto que recién el año pasado los juniors pudieron volver a jugar en el exterior, gracias al aporte que hizo Gabriela Sabatini por voluntad propia”, revela.”
“Con el aporte económico de los privados, como el de Sabatini, lentamente se está volviendo al ruedo –suscribe Salatino–. Nalbandian y Coria están cerca de cerrar un acuerdo para realizar cierto tipo de aportes a la AAT, como forma de agradecimiento por la ayuda recibieron durante sus etapas de formación.”
Al respecto, señala Bonadeo: “En Francia, para jugar al tenis se debe pagar una especie de impuesto que es destinado al desarrollo en infraestructura de canchas estatales, por ejemplo. ¿Por qué a los chicos a los que la Escuela les financia los viajes no se les pide que, una vez en el circuito profesional, dejen al menos un uno por mil del dinero que ganan, para costear los viajes de los juniors? –se pregunta el periodista–. Esa sería una suma más que interesante para que la AAT continúe promoviendo los viajes de los jugadores más chicos. Pero parece que este tipo de iniciativas nadie las tiene y nadie dice nada”.
Bernardi trae otro ejemplo: “En España, por ejemplo, se intensificó la competencia interna a partir del dinero que invirtió una panificadora para realizar torneos”. Para Corujo, los sponsors “sólo aparecen en instancias previas a la Copa Davis o al ATP de Buenos Aires”. Según Bonadeo, “volvemos al problema de falta de un proyecto de políticas deportivas. Aquí pareciera que nadie propone nada pero el tenis es un deporte que podría generar recursos fácilmente”.
Producción: Carlos Altea.
Subnotas