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Dos pruebas superadas
Por Daniel Guiñazú
El Luna Park se abrió el viernes por la noche para homenajear a Nicolino Locche y, de paso, comprobar el estado de Raúl Balbi y Hugo Garay de cara a una futura y eventual oportunidad por un título del mundo. Los dos aprobaron el examen con buenas calificaciones, pero sin poder despejar ciertas dudas.
Balbi venció y convenció. Derrotó por nocaut técnico en el 6º round al santiagueño Walter Damián Díaz haciendo exhibición de vigor y variantes de ataque. Su izquierda realizó un trabajo impecable. Llegó ascendente y cruzada a la cabeza de Díaz, se hundió en gancho en el plexo y fue clave en la definición, que sobrevino cuando el santiagueño ya estaba exhausto.
Balbi conectó cuatro zurdas en gancho y en cross, Díaz quedó petrificado contra las cuerdas. Y el árbitro portorriqueño Luis Pabón detuvo las acciones cuando casi nada más quedaba por ver.
Pero lo mejor de Balbi no fue su victoria clara, sino su peso. Subió al ring con aceptables 62,250 kg, un registro mucho mejor que los exagerados 65,200 kg que había llevado en septiembre ante Guillermo de Jesús Paz. Si pretende una buena reinserción internacional, Balbi deberá hacer algo que parece costarle demasiado: ceñirse como superliviano. Más allá de cualquier esfuerzo, en esa categoría está su futuro, aunque los reinados destacados de Carlos Maussa (AMB), Floyd Mayweather (CMB), Ricky Hatton (FIB) y Miguel Cotto (OMB) pongan en cuestión sus verdaderas chances a la hora de una pelea por el campeonato mundial.
Lo de Garay también fue correcto. Superó ampliamente por puntos a Cristian Leal, retuvo su título argentino de los mediopesados y ratificó, uno a uno, sus virtudes y sus defectos. Estuvo decidido y agresivo, colocó buenos ganchos al hígado y derechas voleadas a la cabeza, y se sobrepuso a un corte en la ceja izquierda. Pero volvió a faltarle aquello que no tuvo las dos veces que se enfrentó por el título al húngaro Erdei, y que su manager, Osvaldo Rivero, le pidió a los gritos desde el ring side: potencia y continuidad. Mientras no cambie, el campeonato del mundo seguirá siendo una quimera para Garay.