DEPORTES
› OPINION
No entender de qué se trata
› Por Diego Bonadeo
Casi lo único rescatable de la participación del seleccionado argentino de fútbol –y, por qué no del uruguayo también–, en la última fecha de las eliminatorias para el mundial del año próximo, sea el resguardo de la ética competitiva a contracorriente de las especulaciones respecto de una supuesta “entrega” del partido contra Uruguay con el que charlatanes de feria de todo linaje, y a ambas orillas del Río de la Plata, se regodearon durante varios días ante la necesidad imperiosa de puntos de los uruguayos para acceder al repechaje por un lugar en Alemania 2006. Y esta cuestión, por cierto que extrafutbolera, entornó no sólo la previa del partido, sino también el “durante” y el “después”. Se siguen por estas horas elucubrando pavadas sobre el asunto, además de señalarse la frustración por la manera de entender el fútbol del equipo nacional, pero sin demasiadas puntualizaciones ni respuestas.
Es que a los ya reiterados cuestionamientos de este columnista a las limitaciones defensivas de Roberto Ayala –parece mentira en un futbolista de su experiencia y trayectoria, que “al revés” y casi siempre en los mano a mano queda a contrapierna, a contraperfil o a contra cuerpo–, a la falta de fundamentos y de criterio de Walter Samuel en el tratamiento de la pelota y a la inocuidad protagónica de Sebastián Battaglia, se fueron agregando las serias dudas de Roberto Abbondanzieri, la racha negativa de una gran jugador como Lucho González, las esta vez serias intermitencias del diferente que es Juan Román Riquelme y la inexplicabilidad del fútbol de Hernán Crespo, pese a su condición de goleador. Los mejores fueron al mismo tiempo los más golpeados por los uruguayos: Tevez y Sorin.
Pero la comprensión de lo que esto se trata del técnico José Pekerman merece puntos y apartes. Por supuesto no en cuanto a lo que los intoxicadores mediáticos llaman “dibujo táctico”. Se trata de lo que decide el entrenador en cuanto a quienes deben jugar, y no a cómo deben hacerlo. Es cierto que no hay demasiados arqueros para elegir, y también que Coloccini suspendido y Heinze lastimado limitaban la elección. Pero es un disparate de “leso fútbol” que uno de los mejores jugadores de la selección desde que Pekerman reemplazó a Bielsa, como Gabriel Milito, junte orín en el banco de suplentes, así como tampoco se entiende el tardío reemplazo de los dos González.
Aimar, estando bien, debe integrar el plantel, y no solamente para jugar un ratito y cuando las papas queman. También Saviola, Castromán, Bilos y por qué no Rodrigo Palacio y el “Cata” Díaz. Y la falta de almanaques del Kun Agüero no justifica que no se pueda ir fogueando.
La entrada del excluyente Lionel Messi sobre el final del partido, con la excusa del temor a que lo golpeen, es de una patética puerilidad. Una manera más de no entender de qué se trata.