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Menemistas deportivos
Empezó como cronista de bochas de La Nación y llegó a secretario de Prensa y Difusión de Menem. En la primera tarea, descolló por sus ganas de ascender. En la segunda, por haber sido el vocero de los indultos a los genocidas. El poder le gustó siempre, como buen retoño de un gremialista peronista. Pero si su padre, Paulino, creía que el poder lo daba la conducción –fue presidente de Chicago y secretario de la AFA–, Fernando Niembro se convenció temprano de que el secreto estaba en la influencia, en el ejercicio desde las sombras. Es que cuando se mostró le fue mal: en abril de 1990 debió renunciar a su cargo de vocero de Menem, al ventilarse detalles de su gestión. Uno, muy llamativo: la facturación de la publicidad del Estado en ATC –que estaba bajo su órbita– se hacía a través de una agencia privada. Esa agencia era de su propiedad, en sociedad con Lázaro Silberman. Para nadie en el periodismo es secreto que Lázaro Silberman es Marcelo Araujo, a quien Niembro define como el hermano que no tuvo.
En marzo de 1976, Niembro le había reclamado la renuncia al puesto de entrenador a César Luis Menotti. Decía que tenía un mandato concedido por un gobierno democrático y que como los tiempos habían cambiado, era necesario revocarlo. Menotti se ofendió y para siempre lo mencionaría como Miembro. Cuando los interlocutores despistados le preguntaban “¿Quién?”, agregaba: “El gordito con cara de nazi”. Ya se sabe que Menotti no renunció, que ganó el Mundial como querían los militares –y millones de hinchas argentinos, aun los que lo sentían como una contradicción– y que Niembro se convirtió a partir de 1983, siempre con Araujo al lado, en el más fervoroso defensor de Carlos Bilardo. Han pasado los años y, como los economistas manejados por el discurso del capital, Niembro y Araujo siempre están. Da gusto verlos trabajar noche a noche por televisión, acompañados de sus lacayos y esbirros, en pos de sus objetivos superiores, ahora que pueden operar sobre la bronca colectiva contra Marcelo Bielsa, al que siempre despreciaron porque nunca les dio exclusividades. El objetivo de hoy parece impedir que José Pekerman conduzca la Selección. El Bilardo de ahora, para ellos, es Oscar Ruggeri. Como el Proceso: los menemistas deportivos no tienen plazos sino objetivos.