DEPORTES › BARCELONA Y ARSENAL JUEGAN LA FINAL DE LA CHAMPIONS LEAGUE
Son dos de los mejores futbolistas del mundo, son amigos, se tiran flores, pero hoy se enfrentan en París en el partido de clubes más trascendental del año.
Por Luis Martín *
Desde París
Ronaldo de Assis llegó a París hace tres años para jugar en el PSG. Era, sólo, el primer paso del plan trazado por su hermano, Roberto. Un plan que debía convertirlo en el mejor. Tres años después, el futbolista de la eterna sonrisa regresa a la Ciudad Luz en busca del único trofeo que le falta: la Champions League. Campeón mundial con Brasil en 2002, reconocido por la FIFA como el mejor dos años seguidos, galardonado por France Football con el Balón de Oro de 2005, se encontró en el verano de 2003 un Barcelona inmerso en una profunda crisis institucional. Hoy, sin embargo, la hinchada azulgrana sueña con su segunda Champions League.
–¿Qué significa para usted este regreso a París?
–Volver a casa. Cuando llego a París, sé que lo hago a una ciudad que conozco, donde no me perderé por las calles. En París sé dónde están mis restaurantes favoritos, las tiendas en que comprar regalos para mi familia, dónde buscar la música que me gusta.
–Futbolísticamente, no le fue bien. ¿Qué recuerdo guarda de su estancia en el PSG?
–Era joven y tuve que superar el proceso de aclimatación a una vida distinta a la que había llevado en mi país, lejos de mi familia. Pero guardo buenos recuerdos de mi paso por el PSG.
–¿Es especial enfrentarse a un equipo inglés?
–No; no creo que los equipos sean ya ingleses, españoles o franceses. Los equipos los hacen los jugadores y el Arsenal tiene brasileños, marfileños, franceses, españoles... En las selecciones es diferente. Todavía se conserva el estilo. Pero el de los equipos depende de la idea que imponga el entrenador y de los jugadores de los que disponga.
–¿Es Henry el gran peligro? ¿Qué lo hace diferente?
–Además de un gran amigo, es un gran jugador. Evidentemente, tiene mucho talento, velocidad y gol. Pero sería un error creer que, si conseguimos frenarlo, todo el peligro del Arsenal desaparecerá. No es todo.
–¿Le molesta que en Londres den por favorito al Barça?
–No, me da igual. Pero no pienso que haya favoritos. El Arsenal me parece un gran equipo. Es finalista porque lo ha merecido.
–Henry aparte, ¿qué destacaría del equipo rival?
–Tiene un centro del campo muy trabajador, con mucha llegada, que nos va a exigir mucho, y una defensa muy sólida, con un buen arquero. Por eso es tan difícil meterle goles.
–¿Es un partido para disfrutar?
–Si no disfrutamos, no ganaremos. Tenemos que disfrutar porque estamos en la final, porque nos gusta lo que hacemos. Para mí, jugar al fútbol es un placer. Pero somos conscientes de que nos tocará sufrir en algunos momentos. Estamos preparados para afrontarlo.
–Siempre dice que su mejor gol está por llegar...
–¡Y mi mejor pase! Siempre que termina un partido, creo que al siguiente jugaré mejor. No me preocupa marcar en la final, sólo ayudar a mi equipo. Si doy el pase y el gol lo marca Eto’o o cualquier otro, perfecto. Lo que quiero es ganar la Copa de Europa.
–¿Tiene las mismas sensaciones que antes de jugar la final del Mundial?
–No, son situaciones diferentes. Se parecen en las ganas de que empiece el partido y en que estoy listo para darlo todo. En eso, sí.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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Por José Samano *
Desde París
Ocho años después de la mayor frustración de su carrera, Thierry Henry vuelve a París, al mismo escenario en el que conquistó el Mundial en 1998. Aquel día, Tití tenía que haber pisado Saint Denis mediando el segundo tiempo. Para ello estaba calentando, pero su compañero Marcel Desailly fue expulsado y Aimé Jacquet, entonces seleccionador francés, cambió de planes. Henry, parisino él, tardó en asimilarlo. Ni siquiera el título mundial pudo consolar del todo a un jugador criado en el agónico barrio de Les Ulis, un suburbio de inmigrantes y edificios grisáceos al sur de la capital francesa. Una trinchera en cuyas calles Henry forjó un carácter más bien colérico, consecuencia de una infancia complicada. Hoy, ocho años después, el tótem del Arsenal regresa a casa en busca de su segundo gran título.
Esta vez, a los 28 años, como indiscutible, como líder incontestable de un equipo al que ha regalado, en siete temporadas, 165 goles en la Premier League, como icono del primer equipo londinense que está en disposición de ganar una Champions League. Incluso en la cima, Henry no ha olvidado sus orígenes. “Sobre el campo me gusta ser serio, soy un adulto que guarda en su interior el niño que fue”, sostiene, siempre reacio a la fama de altivo que lo acompaña: “Soy un gran animador de grupos, pero la gente no quiere resaltar esa faceta y no tengo por qué ponerme una máscara; tampoco vi nunca a Michael Jordan reírse cuando encestaba una canasta en el último segundo”.
Sobrino de un ex campeón francés de 400 metros vallas, Henry se hizo futbolista en las calles de Les Ulis, por lo que siempre ha sentido devoción por jugadores como Ronaldinho y Wayne Rooney, forjados sobre el asfalto, criados también con carencias. “Bajo la sonrisa de Ronaldinho se esconde un futbolista que juega con la misma rabia que yo, que sabe catalizar de forma adecuada su carácter ganador, porque viene de la calle”, dice el gran jugador francés. Con Ronaldinho, con el que habla regularmente por teléfono, lo unen otros vínculos. El brasileño también pasó un calvario parisino, a las órdenes de Luis Fernández en el PSG. Un club en el que nunca fue comprendido, lo mismo que Henry en la Juventus, que lo compró al Mónaco en 1999 y sólo siete meses después lo vendió al Arsenal. Una operación crucial en su carrera.
Bajo el proteccionismo de Arsène Wenger, que lo desplazó del extremo al eje del ataque, Tití ha llegado a la cúspide, siempre fiel al equipo que lo ha encumbrado. “Tengo la necesidad de conocer bien a mis compañeros, dentro y fuera del campo”, suele decir convencido de que su relación con Wenger ha sido capital para el despegue del equipo: “Nos conocemos con los ojos cerrados”.
Un enlace que puede romperse en los próximos días si Henry decide abandonar Londres para fichar por el Barcelona, que hace meses que le presentó una oferta. El francés decidirá antes de acudir a la convocatoria con Francia para el Mundial. Sobre la mesa, dos suculentos talonarios, el de la renovación por el Arsenal y el del fichaje azulgrana. Recientemente, Henry se refería así en el diario L’Equipe al dinero: “Los futbolistas no somos niños mimados. He trabajado mucho para llegar donde estoy, mi madre se levantaba a las seis de la mañana por mí y no nací con una cuchara en la boca; el dinero no lo es todo, pero no se puede ser rico y desgraciado y pobre y feliz”. En los próximos días, Henry puede ser aún más rico y aún más feliz.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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