Dom 11.06.2006

DEPORTES  › ALEMANIA 06

Eternidad

› Por J. M. Pasquini Durán

En el imperio azteca ya existía el juego de pelota, fabricada por la tribu de los olmecas con tiras de caucho, redonda y del tamaño de una bocha. La cancha era rectangular con tribunas en los extremos y en un lateral. Del muro que cerraba el cuarto lado sobresalía, a una altura de dos metros y medio, una piedra redonda perforada en el centro con el diámetro justo para que pudiera pasar el balón. Para convertir el tanto, los jugadores de los dos equipos podían usar cualquier parte del cuerpo menos las manos y los goleadores recibían el premio de la eternidad. Eran decapitados en la ceremonia de premiación y el perfil de sus cabezas quedaba esculpido sobre las caras de dados de piedra maciza que aún se conservan entre las ruinas de aquella civilización. A través del tiempo jamás se agotó la búsqueda de perpetuidad entre los que consagran la vida a destacar en los juegos deportivos, que ninguno alcanza mediante las técnicas publicitarias de saturación ni por los beneficios de la vorágine depredadora de los negocios multimillonarios. Entre las selecciones nacionales que compiten en la Copa Mundial de fútbol, la FIFA distribuirá premios por valor de doscientos millones de dólares. Sin embargo, con la certera intuición del talento, Ronaldinho identificó el fin último de su misión: “Nuestro pueblo no está bien y queremos darle una alegría”, declaró. Así es: igual que siempre, sólo permanece en el tiempo, más allá de las glorias efímeras, lo que guarda la memoria popular.

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