En el puerto de Hamburgo, 140 mil personas que viven en torno de la ciudad encuentran trabajo. Con ellas se podrían formar 17.720 equipos, que jugarían en las 8817 canchas de fútbol que se podrían construir en la superficie de 6480 hectáreas del lugar, dicen los superfanas alemanes que todo lo miden en términos futboleros.

El juego de la pelotita, claro, no es la actividad principal de este imponente puerto, uno de los más importantes del mundo, aunque la selección de los trabajadores portuarios exhibe con orgullo varios títulos: siete campeonatos de Europa en torneos en los que normalmente participan colegas de otras diez naciones.

Por las aguas del Elba y su afluente, el Alster, que desembocan en el Mar Negro, ubicado a unos 100 kilómetros, navegan por año más de 12 mil barcos. El ranking que ubica a Hamburgo en el segundo lugar de Europa, detrás del de Rotterdam, se mide, sobre todo, por cantidad de contenedores. Hamburgo puede almacenar 80 millones de toneladas de mercaderías. Los primeros lugares en el mundo están ocupados por países asiáticos.

Vale la pena –dicen los folletos turísticos– invertir 10 euros en un paseo de una hora en una barcaza-bar y observar los gigantescos cargueros, el fischmarkt (mercado del pescado), una miniplayita a la que se le animan algunos lugareños, una flota de 21 remolcadores y los viejos almacenes, mientras el guía relata que la ciudad era propietaria de una flota de guerra en 1400 para defenderse de los piratas, algunos de los cuales fueron decapitados cuando pusieron en peligro el comercio local. Existe un avanzado proyecto de ganarle terreno al agua y construir un complejo mezcla de polígono industrial y barrio residencial con más de 5 mil viviendas y 40 mil puestos de trabajos. Nacerían con ellos nuevos equipos de fútbol que jugarían partidos clásicos con la selección de los portuarios.

No son éstos los únicos equipos singulares de Hamburgo: también está el Eintracht Fuhlsbuttel, que participa en la séptima división de la liga local, el equipo de la cárcel hamburguesa. Por reglamento (el del presidio), los integrantes del cuadro juegan siempre de locales y a veces reciben como refuerzos algunas ex figuras de segunda división o ex futbolistas de cuadros extranjeros residentes en la ciudad. El proyecto, planteado con el objetivo de amenizar la rutina diaria, se inició en 1980. Dicen que, quince años después, el Fuhlsbuttel se convirtió en un cuadrazo. El sensacionalista Bild y la revista deportiva Kicker, que se editan en Hamburgo, le han dedicado muchas páginas a esta saludable iniciativa que ya llegó a buen puerto.