DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Como en los carnavales y en los bailes de pueblo: tres grandes bailes tres (aunque en general eran “ocho grandes bailes ocho”). Y no demasiado más, salvo alguna individualidad iluminada. Pero para el verdadero placer futbolero, España 4-Ucrania 0, Argentina 6-Serbia y Montenegro 0, y ayer, a primera hora, el muy económico 2-0 de Alemania sobre Suecia, que mostró a un seleccionado local que no solamente respetó su tradición ofensiva, sino que le agregó casi todo el repertorio con jugadores –Ballack, Klose, Lahm, Podolski, Frings, entre otros– bastante inusuales para el común de los antecedentes de la historia de este país, agregado a un funcionamiento colectivo que prácticamente convirtió en sparring al equipo sueco. Pero la ya archiconocida impredictibilidad del fútbol, a punto tal que Ucrania goleado por España, casi trascartón goleó a Arabia Saudita y que Argentina después del inolvidable 6-0 nos dejó un olvidable 2-1 y en alargue contra México, provoca sofocones y satisfacciones.
Después del partido contra Holanda, uno se podía preguntar razonablemente si después de tres partidos jugados, se podía dejar fuera de la formación inicial del equipo nacional a Milito y a Tevez. Y Pekerman los dejó afuera. Además, incluyó inexplicablemente a Scaloni por el convaleciente Burdisso, cuando el paladar y la razonabilidad hubieran aconsejado la incorporación de Coloccini. Así le fue a nuestra Selección.
Pero la misma impredictibilidad del juego, que por estas horas y seguramente para las apuestas y por lo visto también, intuyen superioridad de Alemania para el partido por los cuartos de final, puede hacer que el disfrute pueda darse otra vez como en Gelsenkirchen, días atrás, contra Serbia y Montenegro.
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