Mar 27.06.2006

DEPORTES

Lippi, compadre

› Por Juan Sasturain
Desde la casa

Dos partidos y un alargue, noventa más ciento veinte: tres horas y media de fútbol y un solo gol de penal, y trucho. Esa es la síntesis de lo que padecimos ayer con el doble programa diario de cuartos de final. Una basura. Este fútbol sí que es el verdadero opio de los pueblos –tiene razón, Sebreli: usted lo dijo– porque te duerme, te deja medio pelotudo, cabeceando frente al televisor que repite centros siempre pasados, pelotazos al cielo, carreras, intercambio de pases equivocados, patadas y forcejeos. Italia-Australia y Suiza-Ucrania perpetraron dos obras maestras del terror. El problema es que –a diferencia de las películas de ese tipo– hubo un solo muerto, el juego, y múltiples asesinos: jugadores y técnicos. Los millones de testigos, presenciales y mediáticos, damos fe de que fueron ellos. Pero como no todos tienen, es cierto, el mismo grado de responsabilidad y de –como se dice ahora– visibilidad, elegimos a Marcelo Lippi, el entrenador de los tanos.

Si no fuera más que la expresión decantada y puesta al día de una antigua tradición miserable, uno podría decir que es increíble, que es sorprendente cómo para Lippi a Italia. Pero no: que jueguen así es simplemente más de lo mismo, de lo de siempre. Todo se reduce a cuidar el arco propio y después ver qué pasa. Un arquerazo como Buffon, tipos con la disciplina, la dureza y el oficio de los del fondo –con Cannevaro a la cabeza–, los picapiedras laboriosos como Gattuso del medio y después, de ahí para adelante, que Dio, Il Papa, Il Duce o Berlusconi les dé una mano a los náufragos condenados a luchar para llegar al gol, esa quimera. El pelotazo, el cabezazo y la corrida individual son la receta habitual. Dos toques, peccato.

Y no es que no tengan nada diferente. Siempre hay para elegir mejor de lo que eligen. Lo que sucede es que el talento y la creatividad tienen un cupo muy estricto: sólo uno de ésos, de los que pueden hacer algo distinto, por vez. Ayer, una vez más el ejemplo de no juntar a Del Piero y Totti, dos capaces de inventar, dos talentosos en serio; y de hacer de Pirlo un lanzador que tira pelotazos con criterio de arquero zen...

En fin, Marcelo Lippi, compadre, miserable amigo mío, ojalá entremos y salgamos triunfantes de Berlín el viernes y nos encontremos en semifinales, ya que para ustedes la tosca Ucrania debería ser via expedita. Bah, no sé... Pero si nos toca, me gustaría que se note la diferencia, que Argentina e Italia hagan lo que suelen, que no nos parezcamos sino en algunos apellidos. Y que los abrochemos, claro.

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