Dom 19.11.2006

DEPORTES  › PERFIL DEL PRESIDENTE DE GIMNASIA

El Tuerto Muñoz, impune e inmune

Sospechado de usurero, zafó de una causa por estafas en un momento curioso.

› Por Gustavo Veiga

Impune e inmune son dos adjetivos que suenan parecido aunque no significan lo mismo. Tampoco significaría lo mismo el poder del que abusa Juan José Muñoz si no fuera por sus elevados contactos políticos. Esos que le garantizan impunidad e inmunidad para moverse por la vida, malversando voluntades y mandatos. Su historia excede la inocente condición de frutero que colocó como primer mojón para darse a conocer en público. Ha sido puntero del PJ, asesor del gremio estatal ATE, mutualista sospechado de usurero y llegó a la presidencia de Gimnasia mientras era investigado en la Justicia por denuncias de estafa que se desvanecieron –vaya curiosidad–, cuando aceptó que su club jugara como local en el estadio Ciudad de La Plata.

La fortuna que amasó junto a su esposa y socia comercial, María del Carmen Lambert, se multiplicó durante el apogeo de Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Pero como El Tuerto –así lo apodan– es rey en el país de los ciegos, su cobertura política continúa hasta el presente. ¿Quién es este personaje que le vendió un moderno edificio al Ministerio de Seguridad bonaerense en la calle 51 o que tuvo en su poder una Ferrari de Diego Maradona? El mismo que, según Francisco Gliemmo, un ex presidente del Lobo, “haría que el hincha más prestigioso de Gimnasia, el doctor René Favaloro, volviera a morirse si resucitara”.

El vendedor de bananas y sandías devenido en hombre de indescifrables negocios era un puntero del justicialismo en el barrio platense La Favela, un conjunto de monoblocks donde vivir es una aventura complicada. Muñoz ha dicho que hizo sus primeros palotes en la actividad política y gremial en 1983. Una fuente consultada sostiene que así se convirtió en ñoqui de la Legislatura bonaerense. Por el contrario, él argumenta que “Aníbal Fernández me nombró asesor en el Senado”. El actual ministro del Interior fue secretario administrativo del bloque del PJ entre 1987 y 1991 y resultó electo senador provincial en 1995, en sus dos pasos por la Cámara alta.

Como fuere, Muñoz, quien nunca se afilió a ATE La Plata, logró vincularse también a Carlos Vallejos, el principal dirigente de ese gremio hasta que la lista verde de Víctor De Gennaro lo desplazó, en las elecciones de mayo del ’91. Hugo “Cachorro” Godoy es ahora su secretario general y recuerda el pasado de ese operador en las sombras que resistió la entrega del sindicato entre el 6 de noviembre del 2001 y el 2 de febrero de 2002: “Quisieron intervenir el gremio con el respaldo del menemismo, cuando nosotros les habíamos ganado por paliza las elecciones. Cuando ingresamos al sindicato encontramos tierra arrasada: deudas, negociados con planes de viviendas y por eso hicimos una denuncia. Ahí nos dimos cuenta cómo habían ganado tiempo con AMTE, la Asociación Mutual de Trabajadores del Estado, que fue el punto de partida de Muñoz para hacer la plata grande”.

En efecto, AMTE, que ya existía antes de las elecciones del ’91, había logrado que le transfirieran los códigos que otorgan las patronales a sus empleados para que les realizaran descuentos por mutuales. De ese modo, conseguía cobrarles créditos o seguros, entre otros servicios, a los estatales. Con los años, Muñoz se mudaría de La Favela a un chalet del barrio vecino Eva Perón, aunque todavía no sería el tiempo de instalarse en su amurallada mansión de Villa Elisa.

“Fue un muy mal asesor de Vallejos en ATE y los trabajadores los echamos en 1991...”, evoca Godoy, quien también lo sufre como hincha desde noviembre del 2004, cuando llegó a la presidencia de Gimnasia: “Espero que cuanto antes se dé lo que conseguimos en el gremio. Que lo saquen por mal dirigente”. “La situación es escandalosa y, como mínimo, una vergüenza para todos los gimnasistas de ley”, completa Gliemmo.

Estufa, estafa

Ocurrente, el principal accionista de AMTE aseguró ante las cámaras que, en la Argentina, “uno puede ir preso por una letra, como la diferencia que hay entre estufa y estafa”. Quizá lo aseguró porque hasta 2005 tuvo pendiendo sobre su cabeza una causa por los presuntos delitos de usura y estafa. Al dirigente se lo veía nervioso y violento. “No me saques fotos, la concha de tu madre”, le gritó a un reportero que tomó del cuello el 26 de agosto del año pasado, cuando había ido a Tribunales. “Muñoz estaba muy mal. A un opositor en Gimnasia le pregunté si iba a ser condenado y me sorprendió: ni lo pienses.” Con estas palabras, el periodista de Radio Provincia Carlos Fanjul definió la ambigua situación en que se encontraba el dirigente.

Un circuito de maniobras entre las empresas cuyos principales accionistas son el Tuerto y su esposa, que los fiscales Carlos Argüero y Esteban Lombardo dieron por acreditado en la causa entre 1997 y 2002, los llevó a concluir en su informe que se habían perpetrado “los delitos de estafas reiteradas en concurso ideal con usura”. Sin embargo, poco tiempo después, primero el juez de Garantías No 1 de La Plata, Federico Guillermo Atencio, y luego la Sala IV de la Cámara de Apelaciones, con los votos de Carlos Alberto Ocampo, María Clelia Riusech y Sara Berta Rodríguez de González, sobreseyeron a Muñoz.

Mientras los diarios platenses transcribían el fallo de los camaristas y el presidente empezaba a tomar oxígeno, hacía meses que el intendente Alak intentaba en vano conseguir que Gimnasia y Estudiantes utilizaran el estadio Unico. Esa aspiración recién la pudo concretar el 8 de febrero, la noche en que el Lobo empató 0-0 con Arsenal. Que coincidiera el sobreseimiento de Muñoz en la causa por usura y estafas con su viraje como dirigente (una vez había dicho que “si Gimnasia debiera ir a jugar al estadio Unico, a este presidente no le quedaría otra que presentar su renuncia indeclinable”) alimentó las conjeturas sobre la supuesta relación entre un hecho y el otro.

El día que ingresó al vestuario del árbitro Daniel Giménez para intimidarlo, tal vez pensó que entraba al microcine o al dormitorio de su mansión de Villa Elisa. Para un hombre que acreditó ante la Justicia ingresos mensuales de 300 mil pesos, puede que sea lo mismo. Para la mayoría silenciosa de los socios e hinchas de Gimnasia, no. Incluso para aquellos que le otorgaron el 60 por ciento de respaldo en la elección de noviembre de 2004, cuando estaba imputado como estafador, y que hoy deberían pensar dos veces antes de votar a alguien como el Tuerto Muñoz.

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