Mar 28.11.2006

DEPORTES  › OPINION

Que nos pongan en el mapa

› Por Diego Bonadeo

Durante décadas la International Rugby Board (IRB), algo así como la FIFA del rugby, ignoró para sus registros y estadísticas oficiales a cualquier país que no fuese angloparlante, a excepción de la multilingüidad de los sudafricanos que, apartheid mediante, en el caso de los blancos se limitaba al afrikaans –derivado del holandés– y el inglés. Tanto fue así que, pese a que Francia participaba del torneo de las Cinco Naciones con los cuatro británicos (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda), el status de verdad le llegó con el tiempo.

Para qué entonces abundar en detalles respecto del rugby argentino, que ya desde promediando el siglo pasado tuvo intercambio con británicos y sudafricanos, lo que se hizo frecuente y casi periódico después de la Segunda Guerra Mundial y a partir de la visita del combinado de las universidades de Oxford y Cambridge en 1948.

Mientras tanto, las grandes potencias del Hemisferio Sur –Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica– jugaban su torneo triangular sólo interrumpido por el boicot a los sudafricanos en la década del ‘70. De a poco los popes de la IRB fueron comprendiendo que la elitización no parecía lo más conducente. Y llegaron los campeonatos del mundo –el primero en 1987– y el agregado de los italianos al torneo de las ahora Seis Naciones.

Después de la gira de Los Pumas que terminó el sábado en París, con triunfos sobre Inglaterra e Italia y la derrota por un punto contra Francia, el reclamo, como es habitual en los últimos tiempos, no llegó de los dirigentes argentinos, casi tan devaluados como la gran mayoría de la dirigencia en nuestro país, sino de los verdaderos protagonistas. Y fue Agustín Pichot, uno de los mejores rugbiers argentinos de la historia y habitual vocero –entre otros– de sus compañeros de la Selección, quien abogó por la incorporación del rugby argentino al torneo de las Seis Naciones. Pensando, como ya quedó demostrado más de una vez por parte de este grupo de jugadores, no solamente en ellos sino en los que vienen llegando y en lo que vendrá, si se tiene en cuenta que al propio Pichot no le queden demasiadas oportunidades de jugar un eventual “Siete Naciones”, dado el tiempo que se tomarán los dirigentes internacionales para resolver, en el caso de que lo hagan afirmativamente.

El pedido es casi de Perogrullo. Si existimos, lo que está acabadamente demostrado, que nos pongan en el mapa.

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