Mar 26.12.2006

DEPORTES  › HABLA UNA DE LAS DAMNIFICADAS

Vergüenza deportiva

A Karen König, ex nadadora pecosa de la antigua República Democrática Alemana, le da “vergüenza” que la confundan con un hombre cuando habla por teléfono. Cosa que, según dice, sucede “con frecuencia”. Sin embargo, sentada sobre un pupitre alto de un café de moda del Berlín bohemio, cigarrillo planeando en círculos sobre el cenicero, parece increíble. Nadie sospecharía que un elemento constante de su dieta desde los once años fueron las hormonas masculinas. König es la única deportista del Este que demandó al Comité Olímpico Alemán. Pero su denuncia, “como todas”, está varada o, peor, en retroceso desde 2000. La ex nadadora argumenta que el organismo “heredó los bienes inmuebles del de la RDA”. En consecuencia, también sus pecados. Nadie, dice, le hace mucho caso.

König, ahora periodista, ya no tiene muchas esperanzas. Ni le importa demasiado. Sigue la vida. No es la única. Algunos de los más significativos firmantes de la demanda colectiva contra Jenapharm, la farmacéutica que fabricaba el célebre Oral Turinabol, se han retractado.

Empiezan a imponerse las tesis de Kristin Otto, ex compañera en las pruebas de relevos de König, y actual presentadora de televisión. Tesis que hablan de desmemoria. De pasar la página. König sabe que Otto, seis veces Medalla de Oro en Seúl, también consumía pastillas azules. Lo sabe, porque la vio. “Pero nunca hablábamos de eso, era como lavarse los dientes. Nadie habla con los demás de que se lava la cara por las mañanas, ¿no? Se da por hecho.”

König no reprocha nada a la gente como Otto, que representa más del 90 por ciento de los medallistas de la RDA. “No quieren echar tierra sobre lo único de lo que esa sociedad estaba orgullosa.” Con los costurones de la reunificación sin resolver y un creciente aumento de los movimientos neonazis en las deprimidas ciudades del Este, “la mayoría prefiere recordar lo que le interesa, en lo que éramos mejores que el Oeste”.

El Parlamento Alemán discutió sobre las viejas fichas de la Stasi, la policía política de la Alemania del Este. El propósito era derogar la ley que impide a quienes estuvieron relacionados directamente con el espionaje acceder a puestos de trabajo público. Se calcula que dos millones de personas participaron en un modo u otro en la siniestra red policial. La propia König, cuando pasea cerca del colegio en el que empezaron a moldearla, dice que “no siente nada” porque “ya no están los que estaban”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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