DEPORTES › OPINION
› Por Cesar R. Torres *
La semana pasada, el International Football Association Board (IFAB), asociación encargada de estudiar y modificar las reglas del fútbol, tomó importantes decisiones cuyo objetivo es presumiblemente resguardar la centralidad del fútbol competitivo y a sus protagonistas. Por un lado, el International Board decidió continuar con la experimentación tecnológica para asistir a los árbitros a discernir si un gol ha sido anotado. Por el otro, a instancias de la FIFA, aceptó que las directrices proporcionadas a los árbitros de la última Copa Mundial para castigar más severamente el uso intencional de los codos sean aplicadas uniformemente.
Se podría argumentar que las decisiones del International Board pretenden eliminar lo que algunos críticos perciben como dos fuentes de injusticia en el deporte. La experimentación tecnológica en cuestión se centra en el arco, y procura evitar errores arbitrales y no validar “goles fantasma”. Por el contrario, la penalización más severa de los codazos se relaciona con lo que sucede frente al arco, en el juego abierto, e intenta proteger a los futbolistas del denominado “antifútbol”.
Ambas decisiones parecen razonables y justificadas. De funcionar eficientemente, el uso de tecnología electrónica para asistir a los árbitros en la detección de “goles fantasma” eliminaría situaciones confusas en las que se beneficia a un equipo reconociéndole un logro que no fue tal. Al precisar si un gol fue anotado, también se estaría respetando el grado de excelencia en las habilidades propias del fútbol demostrado en el transcurso del juego.
Por su parte, la penalización más severa de los codazos protege no sólo la integridad física de los jugadores sino también el conjunto de habilidades que el fútbol anhela evaluar y comparar. Dicho de otra manera, la desestimación enfática de los codazos indica que éstos, y presuntamente otras acciones prohibidas y peligrosas utilizadas frecuentemente, no deberían cumplir ningún papel en el fútbol y desalienta su uso. En esta ocasión, el International Board y la FIFA, tan justamente criticados en muchas ocasiones, han enunciado sin ambigüedades que, a pesar de las convenciones prevalecientes, las acciones que interfieren con el florecimiento de las habilidades que definen al fútbol son foráneas e inaceptables.
Todos los amantes del buen fútbol deberían adoptar con agrado estas decisiones. Su impacto en los campos de juego no es responsabilidad sólo de los árbitros sino de toda la comunidad futbolística. El desafío es cultivar y celebrar las habilidades que constituyen los estándares de excelencia del fútbol, así como honrar solamente los logros legítimamente alcanzados. Un fútbol más justo lo requiere.
* Doctor en Filosofía e historia del deporte de la Universidad del estado de Nueva York.
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