Mié 07.03.2007

DEPORTES  › OPINION

Sabe bien lo que quiere

› Por Pablo Vignone

Como Alfio Basile no es un entrenador light, diet o finamente gasificado, muchos tilingos del fútbol lo consideran vetusto, demodé, un engrilletado esclavo de los anticuados códigos del fútbol.

La victoria de la Selección sobre Francia calmó la descarada ira de algunos de esos tilingos, que al micrófono lo franelean y después creen que el técnico no sabe nada de fútbol moderno, actualizado, vigente.

Pero Basile, que no tiene un pelo de tonto en esa rejuvenecida cabellera (en cuya remodelación mató el tiempo en su reciente transición de seleccionador” a “entrenador”, que acaba de completarse) sabe distinguir bien entre los veteranos códigos y los enjuagues modernos. Desde su adorado puesto, que los tilingos sueñan con influenciar más a menudo aunque en los últimos tiempos (Bielsa, Pekerman, ahora el Coco) no pudieron, Basile ha conseguido más de un logro impensado. No solo se salió con la suya sentando bases locales para empezar a armar un equipo, sino que además, ahora, ¡quiere hacerlo jugar!

Eso le causa un problema: interesar al establishment, que se ve obligado a recordar con pena (en el bolsillo) que eso de que “la Selección es Prioridad Número 1” hay que cumplirlo además de declamarlo.

Porque la Selección Argentina es una máquina de recaudar dinero para la AFA: lo certifican los amistosos de un millón de dólares y el polémico contrato con el Renova Group. Pero Basile, que se bancó esos partidos a pérdida futbolera, ahora quiere otros. Otros, en el interior, contra rivales desafiantes, en los que la AFA, en lugar de recaudar, va a tener que depositar. Lógicamente, a Basile no le importan tanto las cuentas privadas de Viamonte 1366, como el prestigio de la Selección, atado al suyo propio. Y está bien.

No es el único problema: el calendario sudamericano está armado en función de los intereses de la TV (que le hace organizar al ente del orbe no uno, como en Europa, sino dos campeonatos continentales anuales) y ahora, cuando se escudriña el calendario en procura de fechas libres, la búsqueda se torna más febril que la del oro en California. Los compromisos de los clubes desbordan, sus entrenadores reclaman recursos en piernas y sus dirigentes prefieren la causa propia antes que la beneficencia seleccionada. Menudo drama.

Basile no será convencional para los tiempos que corren. Pero sabe bien lo que quiere. Y eso es algo que los hinchas, más que las corbatas o los tilingos, entienden a la perfección.

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