Jue 15.03.2007

DEPORTES  › OPINION

Ni evasión ni victoria

No fue ni evasión ni victoria. No sólo no se escaparon sino que también perdieron la vida que en definitiva es lo único que les quedaba por perder.

Ni Pelé, ni Ardiles ni siquiera Sylvester Stallone imaginaban que una película tan americana como mentirosa remita al campo de concentración de Theresienstadt. Que los goles que ellos marcaban agujereaban una vez más el arco de la indiferencia de una humanidad que fue sorda a las palabras de Theodor Adorno cuando dijo que después de Auschwitz ya no habría poesía. La hubo y también hubo fútbol. Igual que en Theresienstadt, donde los internados hicieron música, teatro y literatura y acabaron jugando al fútbol. Les querían demostrar a los nazis que el hombre seguía teniendo el juego para que la realidad no lo mate.

Claro que los nazis no querían jugar y por eso hacían trampa. El que hace trampa no quiere jugar: quiere ganar y eso no vale. La preparación del equipo judío era tan deficiente como para suponer que entre el hambre, el cansancio y la derrota moral de tener que jugar contra sus asesinos, no había ninguna opción de ganar. Incluso aunque el resultado hubiera sido a favor siempre habrían perdido.

El partido no existía. Lo que había era una mentira útil para los verdugos.

Noventa minutos para olvidar que los límites del terreno de juego no eran ni las líneas de cal, ni la regla número uno, la que impide tocar la pelota con la mano. Ni siquiera valía la obligación ética de pasarles la pelota a los que tienen la misma camiseta que uno.

Los límites trascendían el espíritu inherente a la competición, haciendo del tiempo suplementario, la prórroga, el único objetivo deseable.

Un partido interminable para no morir en una cámara de gas.

Un partido eterno para no entrar nunca en un horno crematorio.

Parece ser que el partido acabó, de la misma manera que el Réquiem de Verdi, interpretado por los internos y presenciado por Eichmann.

Podemos imaginar que fútbol y música no fueron del todo de su agrado.

Jugadores y orquesta tuvieron el mismo final. Ni el juego ni el arte pudieron evitar que Auschwitz acabara con sus vidas.

* Director de Camino del Cielo, de Juan Mayorga, que se estrena hoy en el Teatro General San Martín.

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