El pitazo final del árbitro alemán Wolfgang Stark y la derrota 3-0 ante Argentina fue el comienzo de un previsible bochorno de la delegación chilena, que se despidió del Mundial (aunque todavía debe jugar por el tercer puesto) con jugadores esposados, enfrentamientos con la policía local y protestas de todos lados.

“Tengo que expresar pesar por lo que sucedió. Ahora emprenderemos investigaciones disciplinarias y tomaremos las medidas adecuadas al comportamiento de los jugadores y delegados de Chile”, declaró el presidente de la FIFA, Joseph Blatter.

Los incidentes protagonizados en Toronto repercutieron rápidamente en el país trasandino, donde apoyaron a su plantel y denunciaron maltratos de la policía canadiense. “La delegación chilena sufrió una agresión que era injustificada claramente”, declaró la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quien agregó: “He solicitado al Ministerio de Relaciones Exteriores que se investiguen todos los antecedentes y que se realicen todas las gestiones que sean necesarias, porque nos parece que lo que les sucedió a los muchachos no debiera haber sucedido”.

Por su parte, los jugadores se mostraron molestos por el accionar de la seguridad local y muchos de ellos fueron heridos. Isaías Peralta, uno de los más afectados, declaró: “Me tiraron electricidad y me pegaron entre 10 policías”. Y explicó: “Fuimos a firmarle autógrafos a la gente que estaba detrás del bus y entonces los policías empezaron a echarnos. En eso me tiran con una pistola electricidad y me desmayé. Después desperté y vi que había diez policías que me estaban pegando y tirándome ácido en la cara”.