DEPORTES › OPINION
› Por Cesar R. Torres*
El International Rugby Board (IRB), institución que organiza, regula y fiscaliza el rugby a nivel internacional, ha anunciado que planea reducir la cantidad de equipos participantes en la Copa del Mundo del 2011 de 20 a 16. El plan reductor, que retrotrae el torneo al formato utilizado entre los años 1987 y 1995, ha sido criticado porque favorecería a los equipos más poderosos en detrimento de los más débiles. Asimismo, se ha argumentado que al reducir las chances de que estos últimos participen en la Copa del Mundo, el formato de 16 equipos perjudicaría la promoción y el desarrollo del rugby en esos países. Si esto sucediera, la brecha existente entre las potencias del deporte y los equipos emergentes sería aún más profunda.
En esta discusión es evidente la tensión entre dos principios que el IRB debe impulsar en tanto institución que ampara al rugby como práctica social: su universalización y la promoción de su excelencia. Los detractores del plan reductor argumentan que la universalización del deporte debe ser el objetivo prioritario. Por su lado, el IRB lo defiende bajo la premisa de que el formato de 20 equipos promueve en la fase inicial de la Copa del Mundo demasiados partidos desparejos, de poco mérito deportivo y, consecuentemente, aburridos. Las cifras parecen dar sustento a esta posición.
Considérese la actual Copa del Mundo. El 45 por ciento de los partidos de la fase inicial fue ganado por una diferencia de 30 puntos o más. De la misma manera, en 1999 los partidos con resultados igualmente abultados constituyeron casi el 57 por ciento. En 2003 Australia le ganó 142-0 a Namibia: el record aún sigue vigente. Por otro lado, excepto en 1987, cuando el porcentaje de partidos ganados por 30 puntos o más rondó el 40 por ciento, el formato de 16 equipos mantuvo los partidos con esa diferencia debajo del 30 por ciento.
Si la Copa del Mundo de rugby representa fundamentalmente la manifestación y celebración de la excelencia de ese deporte, el retorno al formato de 16 equipos no parece injustificado. ¿Qué valor deportivo tienen los partidos en los que la equivalencia de habilidades de los contrincantes es inexistente? Si la excelencia deportiva se materializa en la medida en que los contrincantes se exigen mutuamente, parece poco oportuno mantener un formato en que una cantidad considerable de equipos no sólo son derrotados consistentemente, sino que reciben enormes cantidades de puntos en contra. El rugby en tanto práctica social definida por estándares de excelencia no se beneficia con esta organización.
El formato de 16 equipos no garantiza partidos interesantes, de gran nivel técnico y equivalencia deportiva, pero al promover la participación de equipos cuyo potencial de rendimiento es relativamente semejante, aumenta las posibilidades de dichos partidos. Favorecer el principio de la excelencia en la Copa del Mundo no implica que el IRB se desentienda de la universalización del deporte. El IRB debería implementar y financiar estrategias de promoción y desarrollo alrededor del mundo. Además, debería garantizar competencias internacionales periódicas para que los países con un rugby emergente aumenten y solidifiquen su rendimiento. El objetivo a mediano plazo debería ser que la Copa del Mundo cuente con 20 o 24 equipos capaces de ofrecer un rugby atractivo y altamente competitivo.
* Doctor en Filosofía e Historia del Deporte. Docente en la Universidad del estado de Nueva York (Brockport).
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