Frío en los jugadores de Fluminense; nueve de los once titulares entraron al campo calzados con guantes en las manos, la mayoría de color negro, y con el arquero Fernando Henrique vestido con pantalones largos. El inicio del partido se demoró 15 minutos, pero a Boca le habría convenido, incluso, una hora de demora para que bajara un poco más la temperatura: a las 22 era de 6º, con una sensación térmica de 3º, cuando en Río de Janeiro estaba haciendo 25º... Se suponía que lo del frío era una ventaja para Boca, pero los brasileños tenían tanto frío que corrían a velocidad supersónica.

Frío, Riquelme para definir en una jugada bien caliente que él mismo inició, con un gran pase de Palermo para Palacio y una gran habilitación del bahiense para el mismo Riquelme.

Frío el arbitro uruguayo Roberto Silvera en la aplicación del reglamento, cuando lo mandó fuera del campo a Riquelme por un codazo que le habían pegado, haciéndolo sangrar.

Frío, corriendo por la espalda del arquero brasileño cuando Chávez metió ese tiro que pegó en el palo.

Frío helado, como si aquel hincha que tiró en el cubito en la Bombonera se hubiera multiplicado, con el cabezazo de Thiago Silva.

Frío, el primer tiempo se cerró fríamente, temperatura helada con la última jugada: frío de Junio... de Junior César, se fue rozando el palo.

Frío en la larguísima discusión del tiro libre. Frío Riquelme para obligar a que la barrera se ubicara donde correspondía (caliente el árbitro para sacarle la amarilla). Frío en la cabeza del defensor, en el corazón del defensor en cuya cabeza pegó la pelota antes de meterse.

Fríos eran los ataques de Fluminense, pero en uno de ellos, un remate con frío de nieve de Thiago Neves fue directo a las manos de Migliore. ¿Dónde está la pelota? ¿Acá? Frío, frío. ¿En mis manos? Tibio, tibio. ¿Adentro del arco? Caliente, caliente.

Frío en el final, que cambió unos segundos cuando la gente empezó a cantar “Vamos Boca que no ha pasado nada”. La semana que viene se juega en Río. Ahí sí que hará calor.