DEPORTES
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Derroten a la tilinguería
› Por Pablo Vignone
Una nueva muestra de la más rancia estirpe de nuestra tilinguería se ha puesto de manifiesto en esta afiebrada semana de vóleibol. No, no la encarnan los pocos miles que corrieron a sacar sus entradas para sumarse a la caravana festiva, sino que corre por cuenta y orden de aquellos que, con falsa vergüenza ajena, los señalan con el dedo. Son los mismos que miraban por encima del hombro el Mundial de Básquetbol, preguntándose si la suerte del país no sería otra en caso de que ese entusiasmo se invirtiera en tareas más positivas.
En un año tan espantoso como el que vivimos, resulta al menos un respiro que el deporte haya proporcionado lagunas de alivio a tanto padecimiento cotidiano. El plato fuerte habría sido el Mundial de Fútbol, pero a falta de ello nos dieron una mano los pibes del tenis (llegando a semifinales de la Copa Davis), los chicos del básquetbol (ganándole al Dream Team y jugando la final del Mundial) y ahora estos jugadores de vóleibol, que han contagiado de entusiasmo a buena parte de la sociedad hastiada y caliente porque no ve resultados en otras cosas que normalmente le importan más.
¿Consuelo de tontos? El vóleibol está metiendo más gente en el Luna que la mayoría de los actos políticos, cobrando entrada y sin repartir vianda ni choripán. No se trata de competencia, ni siquiera de identificación, sino de representación. Y estos deportistas, a diferencia de la mayoría de nuestros representantes, muestran cómo es posible llegar a un éxito relativo por el camino del esfuerzo y el sacrificio, un camino ni dulce ni sencillo. El que la mayoría de la gente cree que es el correcto. Hay reconocimiento por estos pibes que venían jugando mal, que no obtenían resultados, que veían fantasmas y que, sin embargo –sacarse el sombrero– ganaron seis partidos al hilo y ante rivales muy difíciles.
Esta noche el Luna estará repleto. Bienvenido aunque sean advenedizos, porque de ellos será el mundo del saque y el bloqueo. Los tilingos que se taparán las narices ante las imágenes deberían preguntarse qué sucedería si vendieran entradas para la Final del Mundial Económico –la firma del hipotético acuerdo con el FMI, el titánico match de Fondo entre Lavagna y la Krueger– o para un combate en el mismo Luna entre Lavagna y Pignanelli, o incluso para los play-offs de la NBA (Nada Bueno, Argentina) entre los Duhalde Bulls y los Menem Pistons...
¿No serían mayoría las butacas vacías?
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